La Virgen de Candelaria dio lugar el pasado viernes a momentos que pasarán a formar parte de la historia insular. El traslado de la Villa Mariana a Santa Cruz, primer gran acto de la peregrinación con motivo del bicentenario de la Diócesis de Tenerife, volvió a congregar a una multitud en torno a la imagen y a generar escenas de una fe indudable de un sector poblacional. Sin embargo, y junto a los "vivas" y gritos de "¡guapa!" a la Patrona, con la cita hubo contrastes y escenas que demuestran que algo ha ido cambiado en la relación entre la sociedad y la religión.

Un edificio en la capital en el que sus vecinos observaban la procesión entre el interés relativo y el aparente tedio es un ejemplo diáfano de esa otra cara de la visita. Pero no hacía falta llegar a ese punto del trayecto para dar con indicadores en esa línea. Sin salir de Candelaria, en la avenida Marítima, la urna que protege a la Morenita, los voluntarios y los peregrinos se cruzaban con vecinos que a esa hora practicaban deporte y que en algunos casos parecían encontrarse de imprevisto con el desfile. Otra escena llegó un poco después: desde las curvas de La Cuesta de Las Tablas se observaba una autopista que a esa hora, día festivo y soleado, mostraba bastante tráfico al Sur, a la playa.

Al margen de esas imágenes más interpretativas, también estaban las de la afluencia de público. En la Carretera Vieja, e incluso en Barranco Hondo, y hasta en El Humilladero, había gente, sí, pero sin llegar al desbordamiento. En cambio, ya a partir de Taco el número de asistentes crecía notablemente, al igual que ocurría en García Escámez y Los Gladiolos. Y el cortejo se adentró entonces por las primeras calles más céntricas de Santa Cruz, y hubo un desplome significativo, con vías y aceras prácticamente vacías. Y nuevo giro: el acto celebrado en la Alameda del Duque de Santa Elena volvió a concentrar a una multitud.

¿Qué lectura se puede sacar de lo anterior? La profesora Grecy Pérez, del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de La Laguna, aporta varias claves. Una de ellas es que esa diferencia entre la ciudad y la periferia puede responder a que los vecinos de esta última están "más vinculados a eventos populares" y a una "adoración popular más ligada al contacto directo". Eso sí, no cree la docente que se esté produciendo un decaimiento de la religiosidad, sino más bien una "transformación", con una creencia "más personal, más íntima, que deja un poco de lado la parte oficial de la religión, como el contacto directo con la Iglesia, el tener que ir a misa...".

Sin datos en la mano, establecer un parangón en términos generales entre esta visita y las anteriores -en clave de si había más o menos asistentes- resulta complejo, si bien la visión panorámica de algunos tramos -sobre todo de la Carretera Vieja- parecía no mostrar un saldo favorable a este caso. Sea como fuere, el delegado episcopal para la peregrinación de la Virgen de Candelaria a Santa Cruz y La Laguna, el sacerdote Jesús Manuel Gil Agüín, se mostraba al día siguiente del traslado "impresionado y emocionado" por la cantidad de personas que se movilizaron desde el comienzo hasta la llegada a la parroquia de La Concepción. "Fue un río de gente", celebró en declaraciones a este periódico.

"En principio, la juventud está menos implicada en cualquier tipo de acto religioso, ya sea la Candelaria, la Semana Santa...", indicó Grecy Pérez sobre otro de los aspectos de la radiografía sociológica que se pueden extraer de la peregrinación: la presencia minoritaria de jóvenes. Nada que extrañe.