El comunicado emitido este pasado fin de semana por la Casa Real fue un intento perfectamente inútil de compensar el involuntario desliz cometido por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su esposa en un acto oficial. Y lo que es peor, parece una nota "forzada" por una alarma excesiva ante la ingente cantidad de chascarrillos y burlas que corrieron por las redes sociales y los montajes hechos con los vídeos del asunto.

Tras el desfile de las Fuerzas Armadas -que por algo coincide con el Día de la Hispanidad y no digo más- el rey Felipe VI y su esposa dieron una recepción para las principales autoridades. Y como es lógico se colocaron uno al lado del otro para ir saludando a los distinguidos visitantes. Es el famoso "besamanos" que hemos visto un millón de veces. Pero cuál no sería la sorpresa cuando el presidente Sánchez y su esposa, tras saludar a la pareja real, hicieron la intentona de quedarse a su lado, para saludar a su vez a las autoridades que estaban en la cola. Un veloz responsable de protocolo salió como un tiro de escopeta y advirtió al presidente Sánchez que lo que estaba haciendo rompía el protocolo y que hiciera el puñetero favor de quitarse de al lado del rey. Y Sánchez, visiblemente cortado, lo hizo.

Es probable que el error del presidente del Gobierno haya sido inducido por los propios organizadores del acto, que le explicaron lo que tenía que hacer. Esa es la versión que se ha dado. Pero es igual. Es normal que la gente común meta la pata en una de esas enrevesadas ceremonias. Tan normal como que coja un tenedor que no corresponde en una cena de catorce cubiertos. Lo que no es habitual es que ante un fallo anecdótico hasta la mismísima Casa Real tenga que hacer un comunicado intentando disculparlo. Porque eso demuestra un carácter esclavo no sé si de la fragilidad o de la vanidad. O de ambas cosas a partes iguales.

Que Sánchez se haya tomado tan a pecho una simple metedura de pata evidencia hasta qué punto esta política de hoy es puro incienso. Un teatrillo. Al caballero de la triste figura, nuestro ya olvidado Mariano Rajoy, le quitaron las gafas de una trompada caminando por su Galicia natal y rodeado de una inútil escolta protectora, cuya profesionalidad quedó a la altura de una chancleta. Como es obvio, el incidente cayó en manos de la anónima crueldad de las redes sociales y toda internet se colapsó en una efervescencia de "memes" del presidente noqueado. El eco de las risas resbaló por la piel de rinoceronte del presidente gallego, muy hecho a la mala hostia del personal. Sánchez ha mostrado con este pequeño incidente una epidermis comparable a la piel de una cebolla, que hace llorar y además tiene rima. Como ha demostrado sobradamente que su carácter no tiene nada de frágil, habrá que concluir que es simple vanidad.