El mitin de Vox en Vista Alegre ha desatado los más fervorosos sentimientos antifascistas en los caladeros izquierdistas de toda la vida. Por fin tienen a una extrema derecha que habría dejado de ser deseada para hacerse real y homologada. Vox ha logrado desatar el entusiasmo de los medios socialdemócratas tocando a rebato contra la derecha extrema más extrema derecha. Se habla mucho de extrema derecha y fascismo; la izquierda, básicamente ya una moral pública escaparatista y sectaria, se rasga las vestiduras. Es cuando de sus zonas de confort e ideario minimalista afloran los cachondos: Coque Malla o Máximo Pradera. Hay antifascismos menos graciosos que los celebrados en las tabernas de Malasaña.

Un poco de historia. En tiempos de Franco vivo podías recibir llamadas a altas horas de la madrugada, preguntar "diga" y no contestar (pero estaban allí), y que colgasen tras hacerlo tú, alternando llamadas frecuentes con otras mucho más espaciadas. Cuando pensabas que se habían olvidado de ti, volvían a llamar. Es cuando tú mismo diferencias el Estado franquista oficial de otro a la sombra, con bandas parapoliciales y extrema derecha, como la diferencia entre listas en las que podrías estar. A un amigo mío al que también inquietaban de madrugada, cuando le detuvieron en su pueblo, en lugar de llevarle en dirección a Bilbao le subieron a un monte donde simularon darle "matarile".

A comienzos del 2000 estando en Bilbao de bares con cargos socialistas, exetarras (alguno célebre) y otros activistas contra el terrorismo lo hacías rodeado de sus escoltas. Como en concentraciones.

Había otro grupo, al que no traté, perseguido igual con más saña por ETA: eran los del PP, ante la más absoluta indiferencia de la población y autoridades vascas, que por eso ahora escenifican contrición.

Santiago Abascal era uno de ellos. De Amurrio (Álava), próximo a Bilbao, donde la familia tenía un comercio, destacó como antifascista. En un pueblo de delatores fue un milagro que tanto él como su familia escaparan con vida de ETA. Sus sicarios pintarrajearon con espray sus caballos.

Aunque muy poco, algo llegué a conocer el aparato represivo franquista, el estatal y no estatal, pero sin duda la persecución del fascismo etnicista vasco fue considerablemente más letal, y su oposición de mucho mayor coraje y soledad radical, que contra Franco. La insolidaridad: absoluta.

No seré yo quien entre en consideraciones racionales, políticas e ideológicas sobre extrema derecha, cuando nuestros medios y farándula, de mayoría socialdemócrata, se conjuran de nuevo con gallardía partisana.