Elfidio Alonso tuvo aquí, en EL DÍA, una legendaria sección, que llamaba "Tarjeta de Visita". Por ahí pasaron grandes viajeros, artistas extraordinarios, que venían de otras tierras y que aquí reposaban o actuaban, o rodaban películas, como en el caso de Raquel Welch, que fue uno de aquellos encuentros. Ahora me ha enseñado un señor que vive en el Sur un recuerdo muy preciado para él, pues fue coleccionado por su esposa, ya fallecida. Lo que me enseñó fue un recorte amarillento en el que está uno de esos encuentros con extranjeros que, en este caso, firmamos con Elfidio nuestro compañero Luis León Barreto y yo mismo. En esta ocasión es la pareja Elizabeth Taylor-Richard Burton los que protagonizan tres páginas sábanas de aquel periódico cuyo diseño obligaba a grandes despliegues, gráficos y literarios. El mismo día, por casualidades extraordinarias del destino, Noelia Afonso, la admirada Noelia, que fue Miss Europa en 1970, al tiempo que el Tenerife subía al Tenerife, me envió una entrevista que le hice entonces, con el mismo despliegue gráfico que requería EL DÍA de entonces.

Estas entrevistas, y estas coincidencias, me hacen recordar muchos momentos del pasado de nuestro periodismo (el que hacíamos en EL DÍA, el que hacíamos aquí), en periódicos viejos e ilusionados de seguir disponiendo de la savia juvenil que nos permitían nuestros jefes. Fue una época extraordinaria, de ilusión isleña por superar momentos amargos en los que dependíamos de la censura caciquil que dominaba en nuestros lares. Y dar noticia de hechos gozosos, como el éxito de Noelia o el paso por nuestra tierra de personajes cuyos viajes indicaban la vigencia del interés por Canarias en el extranjero. En ese marco es interesante hacer notar la actividad periodística más destacada del maestro Domingo Pérez Minik, que recogió en un libro imborrable, "Entrada y salida de viajeros", sus encuentros con prestigiosos hombres de letras a los que él tuvo la suerte de encontrar en nuestra propia geografía. Amante como fue del mar y del muelle, al que acudía cada día paseando desde la Rambla del 11 de febrero, don Domingo halló en ese título una metáfora de lo que él creía que debía ser la voluntad del insular: salir y entrar, y ver salir y entrar a extranjeros que anulaban o atenuaban nuestra insularidad.

Ahora que me han venido estas memorias, en forma de recortes y de recuerdos, me di cuenta de que en esta misma semana se ha producido una coincidencia que a don Domingo, a sus contemporáneos y a sus sucesores, le hubieran divertido. Ha estado en Santa Cruz, dialogando con el excelente narrador y poeta, y periodista, Antonio López Ortega, el extraordinario escritor y pensador que es Antonio Muñoz Molina. Fue en el marco de la serie "La condición humana", que organiza Álvaro Marcos en la Fundación CajaCanarias. A los dos Antonio que han protagonizado esta escena de largo diálogo los admiro por la profundidad y por la sensatez; Muñoz Molina me ha enseñado a mirar al fondo de la soledad de héroes callados del pasado, y del presente, y a López Ortega lo admiro por la paciencia con que ha ido rescatando para la libertad el latido literario venezolano, acosado ahora y desde hace tiempo por satrapías varias. Para mi ha sido una lástima mayor perderme la conversación entre ambos, pero no se puede estar en misa y repicando.

Y yo estaba escuchando, en el Sur, en los encuentros de Artes y Letras que organiza el Ayuntamiento de Arona, a los que fueron invitados este año el escultor y académico Juan Bordes y el escritor y académico Arturo Pérez-Reverte. Bordes es un renacentista nacido en Gran Canaria, que ha hecho su mayor contribución a la escultura y a la arquitectura (es doctor arquitecto) en Madrid, y que transita por todos los lugares por donde puede alcanzar un mayor conocimiento del mundo de la belleza y el clasicismo. Y Pérez-Reverte es el autor, entre muchos más libros, de "Sabotaje", del que estuvo hablando este viernes, en relación con obras suyas que marcan, cada vez más, su relación con el mayor alimento de su vida: la biblioteca de su abuelo. Lector sin descanso, sus libros tienen el aliento de la vida vivida, su autobiografía se mezcla con tramas en las que se oyen el dolor y el ruido de las guerras, pero ahí está también el eco de los hombres solos a los que ha visto y tratado en todas las etapas de su vida.

Han sido cuatro viajeros de aquellos a los que don Domingo le hubiera gustado saludar para expresarles algo que ha sido legendario entre nosotros, aprender del que viene de fuera en una tierra donde nadie debe sentirse extranjero.