Primero el monasterio de Santa Clara y luego la Catedral de La Laguna acogieron ayer el segundo encuentro de padres y madres de los sacerdotes de la Diócesis de Tenerife, que en esta edición coincidió con la visita de la Virgen de Candelaria.

Fue una imagen atípica. Acostumbrados a la ver a los sacerdotes con alzacuellos y revestidos en el altar, ayer estaban "de la mano" de sus progenitores, que para la mayoría han sido "vivero" de su vocación. Uno de los momentos más entrañables tuvo lugar en el convento de las Claras, cuando el delegado para el clero, Víctor Álvarez, cedió la palabra a Julián de Armas, de 76 años, uno de los sacerdotes que celebran este año sus bodas de oro y el único que conserva aún a su madre, quien pidió que le acompañara Antonio Hernández, que también conmemora 50 años como presbítero, para recordar cómo nació su vocación. Ayer hubo aproximación a la vocación sacerdotal desde las dos orillas: desde el presbítero que adoptó esta forma de vida y desde la perspectiva de una madre: Gisella, miembro seglar de la Orden Tercera Carmelitana y madre de Juan Pablo Mendoza, párroco de San Martín de Porres (Las Chumberas), San Fernando Rey (García Escámez) y uno de los capellanes de Tenerife II.

Comenzó advirtiendo que no era la más indicada para dar la experiencia de una madre de sacerdote, porque su hijo apenas lleva una año ordenado. Contó que en la misa de Juan Pablo II de 1985 sintió a su bebé en su vientre, y prometió que si era varón lo llamaría como el papa, que ayer mismo celebraba su festividad como santo. También lo puso bajo la protección de San Martín de Porres, porque era una gestación de alto riesgo. Y curiosamente la primera parroquia de su hijo Juan Pablo es San Martín de Porres.

Rememoró cuando su hijo dejó Venezuela y se trasladó a Tenerife para estudiar Ingeniería Química. Ella y su esposo se trasladaron a la Isla. Cuando pensaban que les iba a presentar a su novia o que tenía trabajo, para su alegría Juan Pablo les comentó su deseo de entrar en el seminario. Una experiencia entre la de tantos presbíteros que ayer dieron gracias a la Patrona de Canarias y pidieron su protección junto a sus padres.

De Armas: 50 años de cura

Julián de Armas, párroco de Los Remedios (la Catedral), recordó ayer que "una madre es un don de Dios, un punto de apoyo". Natural de Tacoronte, vecino primero de la calle Adelantado y luego del Barranco de Las Lajas, don Julián recordó sus inicios como monaguillo del recordado José Pérez, natural de San Juan de la Rambla, "un hombre ejemplar y misionero". "Iba para perito de comercio y acabé en el seminario", recordó ayer De Armas. Mantiene vivo aún el día que fue animado por su párroco, José Pérez, a entrar en el seminario el 22 de junio de 1955. Dos días después falleció. "Me ilusionaba su forma de vida", reconoció don Julián, que recordó las palabras del entonces obispo de Tenerife Domingo Pérez Cáceres cuando pidió alguien de Tacoronte que llenara el vacío de don José. Fue el inicio de una gran entrega a la Diócesis.