Al término de la procesión de La Laguna, en la capilla del colegio de las Dominicas de Geneto, el obispo, Bernardo Álvarez, hace balance de la peregrinación.

Vista la cantidad de gente que ha participado en esta visita, ¿está de moda ser cristiano?

No es cuestión de eso, aunque cada vez es menos moda. En algunos sectores no está bien visto ser cristiano. Hoy los que somos creyentes cristianos lo somos con mayor conocimiento y conciencia y con una mayor voluntad de ser lo que somos. No nos ayuda el ambiente, ni el entorno social, y cada vez es menos hacer las cosas por costumbre.

Pero las calles se han llenado más en los barrios.

Eso refleja, en definitiva, que un sector de la población siente la fe y en momentos como este le gusta expresarla y manifestarla públicamente. La Virgen de Candelaria es una devoción que tiene mucho arraigo e inspira mucha devoción en la gente. Toda esta peregrinación ha sido positiva tanto globalmente como por la participación de la gente, la organización... La gente no solo ha estado, sino que ha participado activamente. Cómo los barrios se han desvivido, cada uno ha preparado a su manera la acogida, con esmero e ilusión. Lo más importante es lo que no se ve, lo que está en el corazón de las personas, que muchos han transcrito en ese papelito depositado en la urna.

Y parecía una anécdota...

De anécdota, nada. Eso ha ayudado a que la gente se pare y piense; muchos han pensado: me dan la oportunidad para pedir y lo voy a aprovechar. Detrás de cada uno de esos papeles hay una historia personal. Muchas de sufrimiento, otras de lucha, de preocupación... también de agradecimiento porque reconoce los dones de Dios.

¿Cuál fue el momento que más le tocó el corazón en la visita?

Sin duda alguna, el encuentro con los enfermos; son los más significativos, en los hospitales. Y luego también Cuesta Piedra, el barrio de La Multa, Santa Clara... esos barrios donde la gente se sintió especialmente agradecida porque normalmente las procesiones son por el centro de las ciudades. Los Gladiolos, Somosierra... la gente estaba entusiasmada. (Se emociona). Y luego, lógicamente, las celebraciones, donde la gente ha estado muy participativa.

Singular la celebración de la despedida en La Laguna.

Sí, sin duda. El silencio se podía cortar. Con un recogimiento absoluto.

Firmaron un pacto con el tiempo para que no lloviera.

También, también (se ríe).

¿Y ahora a esperar 7 años para volver a ver en Santa Cruz a la Patrona?

Eso es lo que está establecido. Si las cosas se repiten mucho, no hay tiempo para que cuajen, y se puede caer en la monotonía. El deseo de esperar también es saludable. Y, además, la imagen de la Virgen de Candelaria tampoco está tan lejos, la gente la visita con muchísima frecuencia en la Basílica.

¿Cuál es el sello que le gustaría que dejara la visita?

Hemos pretendido que en todos despierte la conciencia de que somos misioneros y que, como María, tenemos que salir a anunciar el Evangelio. Ojalá este visita organizada por el bicentenario de la Diócesis -que comenzaremos a celebrar el 1 de febrero, hasta el 21 de diciembre, fecha oficial de la creación- haya servido para que la gente crezca en la fe y que aquellos que estaban un poco fríos o alejados, esto les haya animado o despertado. Y el Señor, que haga el resto (sonríe).