Paisajes, marinas y bodegones con una clara tendencia hacia un expresionismo abstracto presiden la colección de óleos que el pintor e ingeniero Alfonso Araquistain (Bilbao, 1951) presenta en la sala de exposiciones del Círculo de Amistad XII de Enero de la capital tinerfeña hasta el próximo 8 de noviembre.

La muestra, integrada por una treintena de piezas de variado formato, entre ellas cuatro miniaturas, evocan su visión de la plaza del Príncipe de Santa Cruz o del exterior del Cabrera Pinto de La Laguna, una naturaleza muerta de caballas o de frutas como papayas y manzanas, entre otros motivos de carácter figurativo, aunque en algunos cuadros se inclina casi por la deformación de los elementos reproducidos.

"Estoy tirando mucho hacia lo abstracto. Son deformaciones de temas en los que queda la esencia del motivo del que partió, que se ha alejado mucho de la base", indicó este amante del arte que no mostraba su trabajo desde hacía más de dos años y medio.

La pintura de Araquistain, que reside en Tenerife desde el año 1984, se caracteriza por un uso alegre del color, con el que perfila los contornos de los motivos que plasma en el lienzo. El rojo magenta, el cadmnio medio, el amarillo y el azul utramar y el prusia conforman la base de su paleta, colores que marcaron su anterior inclinación por un peculiar posimpresionismo, que ahora camina hacia un expresionismo con ciertos tintes abstractos.

"Creo que ahora hay una evolución más moderna en mi obra, más colorista, menos sujeta a la forma, con una interpretación mucho más libre. El cuadro rompe con el tema, pero se ve lo que es".

Él considera que el reto que le inquieta actualmente es liberarse de una serie de cánones. "Intento hacer el paisaje canario pero de una manera más libre, más creativa, sin reglas en el que la calidad del color es fundamental. Soy menos figurativo en algunas cosas, pero se ve claramente el motivo. Busco cierto expresionismo", matizó.

Este pintor de trazo largo y dibujante a plumilla reconoció que su objetivo, además de pasarlo bien pintando, es tratar de transmitir alguna sensación al espectador de su obra, llegar a su corazón, insuflarle alegría, paz u otro sentimiento.

"Me interesa que el espectador que está mirando entre en el cuadro, que lo sienta. El cuadro tiene que tener como tres dimensiones. Cuando uno mira un cuadro es como cuando escucha música, que te transmita algo, te alegre, te relaje, o cuando vas a un sitio y sientes algo, paz, tranquilidad... Quiero que te dé sensaciones, que conecte de alguna forma con el espectador", apuntó.