De aquella niña del humilde barrio madrileño de El Retiro a la que le encantaba bailar, buscar las palabras precisas y hasta la sonrisa perfecta, todavía habitan en ella muchas cosas. "La sonrisa, aunque no sea perfecta, siempre es un estado muy positivo, una especie de niño del alma", dice riendo, casi con un deje de nostalgia. Y sobre la palabra sostiene que "para mí es salvadora". De alguna manera espera que "aún quede algo de todo aquello" y que, además, el público, "pueda encontrar ese amor que le profeso a la palabra en el espectáculo que vamos a representar en el Guimerá", con la obra "He nacido para verte sonreír", dirigida por Pablo Messiez.

Cada vez que puede robarle tiempo al tiempo se enfrasca en preparar un nuevo poemario -tiene publicados los títulos "Flor de alientos", "No sé" y "Poemas de Palestina-, que suma a un pequeño libro de relatos, "Despedidas", donde confiesa que "la memoria estaba muy presente, a la manera de postcards, de pequeños flashes e imágenes de mi pasado". De una forma genérica, y aunque en el libro se incluye algún texto de época más reciente, lo traduce como "esa especie de última despedida del pasado, de olores que me traía la memoria, la infancia, los pequeños barrios, las venturas emocionales...". Para ella representó una manera de clausurar aquellos momentos a través de la palabra escrita.

Isabel Ordaz Luengo (Madrid, 1957), actriz de teatro, cine y televisión es fácilmente reconocible para el gran público por su participación en series para la pequeña pantalla como "Aquí no hay quién viva" o "La que se avecina", pero es mucho más que eso. "Gracias a Dios, la mujer a partir de los últimos tiempos está ocupando un espacio más central y nuclear, no tan periférico", afirma convencida, y el hecho de que su figura se proyecte más a través de series de televisión "no tiene que ver con una cuestión de género, sino con el poderío de las audiencias y el gran tentáculo de la televisión en relación con el teatro y otras artes. Y contra eso no se puede luchar".

En 1982 realizaba su primer trabajo como actriz, al protagonizar el corto "Eres mi gula", el primero de muchos que llegarían después. En 1986 saltó a la gran pantalla con la película "El año de las luces", de Fernando Trueba, mientras seguía participando en cortos y haciendo teatro.

Otros títulos en los que ha brillado el talento de Isabel Ordaz han sido "Chevrolet" (1997), donde ganó el Goya a la mejor actriz revelación, el Golden Egret del Miami Hispanic Film Festival y el Silver St. George en el Festival Internacional de Cine de Moscú; "Carne de gallina" (2002); "Teresa Teresa" (2003), por la que resultó nominada como mejor actriz por el Círculo de Críticos, o también "Una hora más en Canarias" (2010).

En su carrera teatral destacan "Algún amor que no mate", "La dama boba", "Electra", "El caso de la mujer asesinadita", "Cuando era pequeña", "Los días felices", "La asamblea de mujeres" "Luces de bohemia" y "Lúcido".

En este rico deambular ha sido muchas mujeres, entre otras santa Teresa o la reina Isabel: personajes mayúsculos. Sobre la primera comenta que le ha quedado "el conocimiento de su obra, el infinito legado literario de una intelectual y gran escritora". El papel lo desarrolló "desde un trabajo más contenido, el de una mujer de acción interior". En cuanto a la mítica reina, señala que le procuró la posibilidad de encarar "registros dramáticos y trágicos que hasta entonces no había pulsado".

Ahora trae al Guimerá "He nacido para verte sonreír", título que evoca un verso. "Se trata de una partitura muy complicada que se desarrolla en el espacio de una cocina, entre una madre y un hijo, y en la que late un subtexto con un lecho altamente poético. Por eso hay que atender al ritmo".

El proceso de trabajo de esta pieza junto al director ha sido "muy creativo, palabra a palabra, trufado de emociones", dando lugar a una especie de soliloquio. "La presencia del hijo es fundamental. Hay un diálogo constante entre la palabra y el silencio. Y por otro lado esa especie de incontinencia verbal de la madre, porque de no ser así se vería sumida en un abismo".

Hay frases rotundas, como aquella que dice: ¿Qué será de esa mujer cuando no tenga a nadie que la escuche? "Un drama abierto, una herida", subraya Isabel Ordaz, que se refiere a un personaje que representa un perfil de mujer contextualizado en la década de los sesenta y setenta "que no era ser, ni era persona. Una intimidad que no estaba contrastada con lo social; era esposa y madre, pero estaba abocada al silencio".

La satisfacción de interactuar con un director de la altura de Pablo Messiez y la responsabilidad de sostener un diálogo cuyo interlocutor es el silencio herido, presente continuamente como una llaga, la han llevado a gestionar sus emociones como actriz "a la manera de una feria" y, concretamente, "a viajar por el género del melodrama que es complejo, por lo sutil", concluye.

Isabel Ordaz Luengo

actriz de teatro, cine y televisión