Ignatius Farray regresa hoy a casa, a Tenerife. El humorista de Granadilla, con una carrera plena en Madrid inmerso en varios proyectos de éxito, actúa a partir de las 21:00 horas en el Liceo de Taoro de La Orotava,en uno de los actos previos del Festival de Cortos de la villa norteña. A Farray, pese haberse hecho un hueco notorio en el mundo de la comedia en España, le encantaría tener la oportunidad empezar de cero.

Aún a estas alturas de su carrera, ¿existe algo de pánico a la hora de enfrentarse con un micrófono ante cientos de personas?

Sí, claro, eso siempre. El pánico nunca se pasa, aunque sí es verdad que con el tiempo se aprende a identificarlo y ya no te coge de sorpresa.

A la hora de desarrollar un espectáculo cómico, ¿la improvisación es un recurso o las actuaciones están bastante medidas?

Sí que me gusta improvisar, bastante. Siempre tengo un repertorio y eso es un esquema general, pero a partir de ahí lo bonito es que todo salga lo más espontáneo posible. Me gusta mucho que participe la gente. Creo que el público se da cuenta de que yo busco esa complicidad y a ellos también les gusta participar. Así se generan más oportunidades para improvisar, para ser más espontáneo y de comportarme de cierta manera. A lo mejor, hace años, cuando la gente no me conocía tanto, había momentos más bruscos. Ahora ya de antemano saben un poco lo que esperar y existe una confianza que favorece mucho. Antes se daban muchos malentendidos.

Esos momentos de confusión, ¿le ayudaron también a crearse esta imagen de la que ahora habla y le saca partido...?

Totalmente, pero esa imagen no es premeditada, es más, podría decir que obedece a carencias mías como cómico. Yo no lo sé hacer bien y lo que he intentado como he podido es refugiarme en la ansiedad y en la histeria. Ese personaje alocado que sale en los espectáculos, no es que yo quisiera que fuera así, sino que realmente no he tenido más remedio que comportarme de esa manera. Dado que no soy un cómico con los recursos suficientes para mantener cierta calma, me he tenido que refugiar en esta actitud. Mi imagen de histeria ha surgido a base de supervivencia, como el que nada en una piscina y tiene que mantenerse flote.

En el momento de crear un espectáculo, ¿existen métodos determinados que sabes que funcionan y los utilizas?

Esos métodos existen, pero trato de huir de ellos, no los utilizo. No me gusta refugiarme en ese tipo de fórmulas, con la esperanza de conseguir un tipo de comedia que no sea convencional. Para hacer una comedia alternativa, voy tirando como puedo. La tentación de refugiarse en una trinchera y estar más cómodo existe, pero intento escapar de esas herramientas. No me gusta que todo sea predecible.

Enhorabuena por su reciente nominación a los premios EMI por su obra "El fin de la comedia". ¿Asistirá a Nueva York a la entrega de premios el próximo 19 de noviembre?

Sí, asistiré junto a Raúl Navarro y Miguel Esteban, que son los otros dos creadores de la serie. Fue toda una alegría cuando nos enteramos que nos nominaron. Date cuenta que el único EMI que ha ganado algo hecho en España fue en el año 73 con aquel cortometraje de Antonio Mercero, "La cabina". Es tan especial, sí estaremos en la ceremonia.

Perdón por la pregunta, ¿hará su celebrado grito sordo si sube a recoger el premio?

Bueno, eso mismo ya me lo han comentado varias ocasiones. Que nos dieran el premio sería una locura. Es curioso, porque han pasado ya dos años desde que hicimos la segunda temporada. Lo que más nos gustaría es que todo esto nos ayudara a poder hacer una tercera temporada, que es lo que realmente queremos.

Es sin duda un buen momento para la comedia en España...

Los monólogos cómicos se pusieron de moda a comienzo de este milenio, con El Club de la Comedia, el Paramount Comedy... todos los cómicos de esa generación somos muy compañeros. Empezamos de aquella manera tan alocada en aquella época, y ahora que han pasado los años la sensación es que estamos llegando a los primeros puestos de la industria del entretenimiento. Mira, por ejemplo, el caso de Dani Rovira. Ser partícipe de este viaje ha sido algo bonito.

Parece que vivir del humor es un privilegio absoluto. ¿Lo ve usted también así?

Es un trabajo especial. Entiendo este oficio como un privilegio pero también como un deber. Como decía al principio, la gente te permite compórtate de cierta forma, y eso es parte del privilegio, pero también está el deber de hacer un buen uso de esto tan valioso que la gente te ha otorgado. El cómico tiene el derecho de pasarse de la raya según qué contexto, pero también tiene el deber de hacerlo. Un cómico que no se atreve a explorar ciertos límites, se refugia detrás de una trinchera. Es una profesión bonita pero para arriesgar.

¿Hay algo en concreto sobre lo que no haría humor?

Pienso que se puede hacer comedia sobre cualquier tema por muy delicado que parezca. Siempre se encuentra la manera de enfocar cualquier tema cómicamente hablando. También pienso que no se puede hacer comedia de cualquier manera. Hay que hacerlo a modo de conciliación y no de enfrentamiento, y viniendo de mí, por la fama que tengo, puede parecer una broma.

¿Desandaría alguno de los caminos andados?

Lo desandaría todo. El sentimiento que más se me ha repetido durante todo este tiempo es el de arrepentimiento y remordimiento. Absoluta verdad. Nunca te quedas satisfecho de cómo quedan las cosas; siempre sale todo de manera apresurada y a veces metemos la pata ; son momentos en los que no lo paso nada bien. La sensación de un nudo en el estómago y de no poder dormir esa noche y de arrepentimiento por cómo salió la actuación es la constante en mi vida. Si pudiera, empezaría de cero.

¿Qué tal la experiencia en la Cadena Ser?

"La vida moderna" empezó hace cinco años de una manera muy extraña para lo que es la radio. Lo grabamos en vídeo y la gente lo ve más por Youtube que por la radio. Desde una posición tan marginal, se emite en la radio a las 4 de la mañana, crear ese revuelo que se ha creado, con su repercusión, y con este éxito del Premio Ondas, es como para estar muy contentos.