Manolo Lama humillando a un vagabundo germano, Pablo Motos de vacile con Charlize Theron, Dani Mateo sonándose en la bandera española... La lista es interminable. ¿El periodismo ha muerto? La pregunta no es nueva. Llevamos años escuchando la misma cantinela sobre un oficio que ha sido "secuestrado" por las redes sociales, maniatado por aquellos que creen que en 2018 se puede informar a golpe de tuit.

Un centenar de caracteres desordenados y un "click" no es ejercer la profesión que Gabo calificó como la mejor del mundo. Eso, salvo que lleve la firma de García Márquez, no deja de ser un tuit. Un texto que puede proporcionar algo de información, el debate generado alrededor de las "fake news" nos puede dar para varios capítulos, pero que carece de alma. Por ahí habría que comenzar a discriminar entre los que se instalaron en el sacrificado universo de la comunicación sedientos de fama y los que entienden que esta ocupación laboral tiene mucho de vocacional y bastante menos de vedetismo.

En estos días donde la frase más repetida es ¿truco o trato?, no estaría de más rescatar una reflexión de Eduardo Galeano que parece extraída de una de esas cápsulas del tiempo que aguardan el transitar de los años en silencio. "Me metí en el periodismo y nunca más salí". Lama, Motos y Mateo se asegurarán una audiencia millonaria gracias a sus mamarrachadas, no por el noble arte de informar. El periodismo late, débil, pero todavía late... ¿Réquiem o trato?