¿Debajo del cielo o encima del mundo? ¿Dónde estamos? Una buena pregunta.

La vida es un juego basado en la emoción y la inteligencia. Cualquiera puede ser espabilado, el error está en pensar que el otro es estúpido. Así se resume el día a día de esta ciudad: vidas pequeñas, con pequeñas preocupaciones sobre cosas pequeñas. Pero, ¿quién marca el tamaño? Porque la mayoría de las situaciones pueden ser relativizadas. Mi estado me había llevado a la terraza de una cafetería. Espero a una cliente mientras de fondo suena la voz de Neil Diamond, nada que ver con un destrozo de melodías por grupos de trap. Y pienso en la paz que dan los acordes de las teclas de un piano. No era una persona cualquiera. Por eso no dudé en aceptar su llamada esa mañana. Me llevó su recuerdo hasta el local. La conocí en una estación de servicio como azafata de una campaña publicitaria de una conocida compañía de tabaco. ¿Quién le iba a decir que no? Yo no. De hecho, me llevé un cartón, dos camisetas y, de regalo, una gorra. Juraría que ella fue la persona que hizo que volviera a fumar. En esos días el tabaco y el alcohol eran motores sociales y económicos de la isla. La ley permitía que las empresas fueran patrocinadores, algo que favoreció al deporte. La marca de cigarrillos Coronas dio nombre al Tres de Mayo, al representativo en la liga femenina de baloncesto, el Tenerife de Cathy Boswell, y al CV Cisneros. Incluso el C.B. Canarias lució en sus camisetas publicidad de Lucky Strike.

La segunda vez que la vi estaba en un centro de atención primaria. La reconocí enseguida, lo realmente sorprendente fue que ella también a mí. Allí, rodeada de profesionales sanitarios: médicos de familia, pediatría, enfermería, trabajadores sociales, matronas, psicólogos, psiquiatras. Entonces, quizás hubiera necesitado a alguno de estos últimos, porque en esos años no creo que yo estuviera mejor que Jack Nicholson en el tramo final de "Alguien voló sobre el nido del cuco". Estuve yendo a su consulta durante un mes (sin otra excusa más que verla), hasta que decidí lanzarme a la piscina, sin saber a ciencia exacta si había agua, y la invité a tomar algo cuando saliera. Aceptó. Nos sentamos en una cafetería, igual a la que estamos ahora. Le ofrecí un cigarrillo y me comentó que no fumaba. Iba a pedir una cerveza cuando me reveló que tampoco bebía alcohol. Terminamos tomándonos dos zumos de naranja pequeños.

Observo las manecillas de mi reloj. No quiero reconocer que estoy impaciente por volverla a ver. De fondo, comienza a sonar la música de un piano. Pienso en ese instrumento definitivo y en las últimas noticias de la política nacional. ¿Quién lo toca? Este en concreto no es Sam. Ni estamos en Casablanca. Quizá por eso nadie reclama: ¡Tócala otra vez, Sam! Es Pedro Sánchez quien lo hace y la respuesta, encomendándose a David Goodis y François Truffaut, se refleja en un alarmante: ¡Disparen sobre el pianista! Sin Asociación del Rifle inscrita en los registros, FRANCOtiradores, sin necesidad de hablar metafóricamente, haberlos haylos. No hizo falta ninguna filtración de Villarejo para detener a uno en Tarrasa que pretendía atentar contra el presidente del Gobierno. Lo relevante no es que el FRANCOtirador estuviera a punto de jubilarse (con 63 años, se supone que podría seguir disparando y cobrando la pensión), ni que hubiera sido campeón de España de 100 km durante el trienio 1993-1996. Tampoco era decisivo que, por motivos de Seguridad Nacional, se ocultara la información de que había sido arrestado el pasado 19 de septiembre y que su ingreso en prisión trascendiera cincuenta días después y por una filtración periodística. Lo decisivo resultaba ser que su intento de magnicidio fuera una respuesta frente a la decisión del Gobierno de exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos. Para estas fijaciones y temas recurrentes mi abuela utilizaba la expresión: ¡Majaderos! Una voz me rescató:

-Hola, Mat.

La volvía a tener enfrente. De nuevo los dos en la casilla de salida, aunque esta vez había sido ella la que me había llamado. Reseteamos nuestras vidas. Al parecer habían permanecido en el mismo punto. Continuaba trabajando en el centro de salud, seguía sin consumir tabaco y alcohol, y consumiendo las dosis exactas de vitamina C. Intenté ir al grano y conocer qué le preocupaba:

-¿Cuál es el problema?

Mientras ella calibra cómo confesarme su preocupación, el piano continúa tocando. Quizás es Sánchez quien lo toca. Quiere poner letra a la melodía que surge después del contacto de las yemas de sus dedos y las teclas. Y entre el barullo de la sentencia del Tribunal Supremo, y su posterior corrección, sobre quién debe hacerse cargo del impuesto de las hipotecas, hagamos un brindis al sol, porque siempre, siempre, como en un casino, porque de negocios hablamos, se escucha entre el sonido del piano: ¡la banca gana!... y ladies and gentleman, sigan pagándolo ustedes.

Ella me mira. No sabe cómo arrancar. Continúan los acordes que hacen llevadera la espera. El temporal Villarejo es un Delta infernal. Ahora le toca a Cospedal? ¡Y vamos para bingo! Sánchez pretende agotar una legislatura sin presupuesto, apoyándose en Franco y el procés. Su ministra portavoz se mete en un lío al justificar lo que dijo su presidente (y cuándo lo dijo) en relación con la sedición y la rebelión. El Sánchez de antes se pierde en las hemerotecas. El Sánchez de ahora es otro Sánchez poseído por la sabiduría de Salomón. Yo, sin embargo, solo tengo la paciencia. Por eso cuando ella me mira, confío en que va a confesarme lo que le preocupa:

-Mat, ¿qué te parece que se haya solicitado la retirada de la escultura de la Virgen del Carmen en el Puerto de la Cruz?

Esa pregunta no me la esperaba. Los dos sabemos la respuesta: ¿hay una seña de identidad histórica más importante para el Puerto que su Virgen del Carmen? Y si la hubiera, ¡qué importa! Yo reclamaría que el IES el Chapatal pasara a denominarse Domingo López Torres, porque espero que algún dirigente recuerde que allí estuvo la prisión de Fyffes, antesala del margullo en el puerto de los enemigos de los alzados. Estamos en un surrealismo político sin memoria. Como la insistencia de que el ejército deje de acompañar al Cristo de La Laguna en su festividad, olvidando la promesa hecha por la Batería de Armas del Grupo de Montaña, que participó en 17 combates en la campaña de Marruecos después del Desastre de Annual, en la zona de Larache, regresando sin haber sufrido ninguna baja. Aquello fue tomado como un milagro del Cristo. En acción de gracias, los artilleros hicieron la solemne promesa de acompañarlo en todas sus procesiones como expresión de su inmensa fe.

Quise volver a hacerle la pregunta, pero en ese preciso instante vino a mi cabeza la voz de Boy George y la letra de la que era su canción favorita: Karma Chameleon de Culture Club. Hablamos en su día de la letra. Del terrible miedo a la alienación que la gente tiene. El miedo de pertenecer a algo. En esa época los dos éramos personas que no sabíamos cómo vender una contradicción. Mr. Boy George nos daba la clave: si no eres sincero, si no actúas como sientes, entonces recibirás la justicia del Karma, que es la forma que tiene la Naturaleza de hacértelo pagar. Fue un instante en que el amor hubiera resultado fácil si los colores fueran como en mis sueños: rojos, dorados y verdes. Por eso, con la esperanza de retomar mi posición en la casilla de salida, desapareció la imagen de Sánchez de mi mente y dejé de escuchar el piano y los tiros. Y abrí la brecha con la mejor pregunta posible:

-¿Cuál es el problema?