El profesor Trapero presentó ayer en la Real Academia de la Lengua Española, en una sala llena hasta la bandera, los tres volúmenes de su diccionario de toponimia canaria dedicada a los guanchismos, las palabras de origen guanche que la nomenclatura del territorio ha trasladado hasta nosotros. Trapero ha logrado clasificar hasta cuatro mil sustantivos con los que los primitivos habitantes de las Islas -y hoy nosotros- identificamos sitios, lugares y accidentes geográficos. Trapero ha dedicado toda una vida de estudio y correrías por las Islas a reconstruir y mantener para el futuro el catálogo de las palabras que nos cuentan Canarias y dan nombre a cada una de sus miles de esquinas. Lleva décadas buscando sus palabras por la geografía isleña, y esta que presentó ayer es solo la tercera parte publicada de su monumental diccionario de toponimia canaria, la que presenta la toponimia en lengua aborigen, de la que únicamente queda memoria oral. Probablemente su trabajo más esforzado y de mayor interés público y social.

Trapero se emocionó ayer en su intervención: es un hombre acostumbrado a hablar, lo ha hecho durante más de cuarenta años -es catedrático emérito de la ULPGC- ante sus alumnos, en conferencias, jornadas y congresos académicos. Pero ayer se le quebró la voz al recordar a su viejo maestro en La Laguna, el académico Gregorio Salvador. Supongo que para un filólogo e investigador en lexicología, lingüística y semántica, como también es Trapero, recordar a su maestro en el templo de la Lengua supuso un momento muy especial. Para quienes le acompañamos ayer también lo fue: resultó mágico escucharle con su voz de castellano asilvestrado en las Islas, defender apasionadamente que la Academia enriquezca la lengua común, el español, incorporando las palabras que nos legó el habla de los antepasados, esa lengua africana que los cronistas describieron como "la más extraña del mundo". Trapero no oculta nunca el orgullo que le produce hablar en español, ni el deseo de que el español incorpore lo que queda del guanche. Trapero es el investigador que más ha hecho -al menos desde Wölfel- por identificar el lenguaje aborigen: ha estudiado -solo en topónimos- algo más de tres mil vocablos guanches que permanecen vivos en el español que hablamos los canarios, muchos de ellos mutados por el uso. El objetivo declarado de su trabajo es incorporar esas palabras al español, como ocurrió con tantísimas otras de origen árabe o hebreo -o francés o portugués o inglés- que hoy reconocemos como nuestras, o con esas diecisiete que el Diccionario copió directamente de la "Colección de voces y frases provinciales de Canarias", que Sebastián de Lugo publicó en 1846. Voces como gofio, guirre, tabaiba, perenquén, baifo, tinerfeño...

Ayer, el presidente de la Academia, Darío Villanueva, recogió el guante lanzado por el profesor Trapero y comprometió a la institución a prestar más atención a los guanchismos en el gran "Diccionario en línea" que es hoy la principal apuesta de la Academia para este siglo XXI. Quienes conocemos a Trapero sabemos que nunca dejará de trabajar para que eso ocurra.