Estamos en diciembre de 2018. Carmen acaba de perder a su marido, Mario. Ella, a solas, lo vela con la pena propia de estas situaciones y la ilusión de un nuevo horizonte que se abre en una tierra sacudida por el feudalismo burgués. A modo de soliloquio, la esposa, despechada, le enumera uno a uno los errores que han llevado a la muerte de Mario, que ha gobernado la compleja Andalucía como si de su finca particular se tratase. Carmen va desgranando sus pensamientos, haciéndole a su marido continuos reproches por su falsa integridad moral y escasez de una política realista de izquierdas que han impedido que alcanzara el reconocimiento y credibilidad de los ciudadanos andaluces. Le critica la actitud de superioridad y frialdad hacia su electorado, incluso hacia ella misma. Relata cómo empezaron, con los ERE, y la forma en que acabaron casándose con cualquiera para mantener sus privilegios a costa de un pueblo que ha visto cómo la extrema derecha se ha hecho un hueco en las desesperanzadas vidas de los trabajadores, de aquellos que anhelaban lo que solo les prometieron a base de batir una conciencia de clase que no existe. "No los vieron venir, y su falta de autocrítica tras las elecciones ha supuesto la vergüenza de la izquierda. Eso no te lo puedo perdonar, Mario; dándole cancha a los franquistas, ¿cómo fueron tan insensatos haciéndole la campaña a los nacionales?", vociferaba Carmen. Ella le recordaba que en noviembre de 2004, el Estado más pobre de los Estados Unidos, Virginia Occidental, reeligió a George W. Bush con más del 56% de los votos, con un apoyo continuo a los candidatos republicanos a la Casa Blanca. También puso como ejemplo que en Francia, Marine Le Pen dobló a Emmanuel Macron en votos entre los franceses sin estudios, en la primera vuelta de las presidenciales del año pasado. "El sociólogo Jérôme Fourquet demostró que la alineación de las personas en situación precaria con la extrema derecha no es un fenómeno exclusivamente francés. Las elecciones galas, las austriacas, las holandesas, el "brexit" y la ascensión de Donald Trump confirman que los votantes con menos recursos y estudios se desplazan hacia las posiciones asociadas con el conservadurismo radical y reniegan del izquierdismo; pero ustedes en España y Andalucía parece que no aprenden", le recordaba con altanería. "No nos queda nada, más si cabe cuando estos quieren derogar la ley de violencia de género y la eliminación del acceso gratuito a la sanidad para inmigrantes ilegales y el copago para todos los residentes legales que no tengan un mínimo de 10 años de permanencia en el país; nosotros, ¡una comunidad migrante!, proseguía. Para explicar el voto de parte de los obreros y agricultores andaluces a la extrema derecha no hace fácil tirar de metáfora a través de los personajes de "Cinco horas con Mario"; basta con citar a George Lakoff, lingüista cognitivo y asesor habitual de las campañas electorales del partido demócrata americano: "La gente no vota necesariamente por sus intereses. Vota por sus valores. Vota por aquellos con quienes se identifica. Es posible que se identifiquen con sus intereses. Pero vota por su identidad. Y si su identidad encaja con sus intereses votará por eso; pero es un grave error dar por supuesto que la gente vota siempre por sus intereses". Es la nueva voz del extremismo que amenaza con quedarse.

@Luisfeblesc