El anuncio hoy de la próxima salida del jefe del Estado Mayor Conjunto del Ejército de EE.UU., el general Joseph Dunford, considerado la mano derecha del secretario de Defensa, James Mattis, marca un claro punto de inflexión en la relación entre el Pentágono y la Casa Blanca.

Dunford se ha convertido finalmente en un daño colateral de la cada vez más deteriorada relación entre Mattis y el presidente Donald Trump, quien con su decisión parece mandar un claro mensaje al secretario: dimite.

El perfil bajo que ha mantenido el militar desde que asumió el cargo en octubre de 2015, no hace sino reforzar la impresión de que su marcha se debe a cuestiones políticas, no militares.

Toda una paradoja si se tiene en cuenta que Dunford era considerado una "rara avis" en el ámbito castrense por tratarse de un animal político en un mundo dominado por la testosterona.

La jefatura del Estado Mayor Conjunto supuso el broche de oro para una carrera meteórica, que hizo que Dunford pasara de llevar en la solapa de su uniforme de general una estrella a cuatro en apenas tres años.

Dunford, de 62 años, es natural de Boston y durante 18 meses, entre 2013 y 2014, fue el responsable de clausurar la guerra más larga de la historia de Estados Unidos desde su puesto de comandante de las fuerzas aliadas de la misión multinacional de Afganistán (ISAF).

Poco podía sospechar entonces que, solo unos años más tarde, tendría que volver a lidiar con este conflicto como principal coordinador de los cinco Ejércitos de las Fuerzas Armadas: los Ejércitos de Aire y Tierra, la Armada, la Infantería de Marina y la Guardia Costera.

Además, el general fue uno de los principales líderes en la invasión de Irak en 2003, en la que participó en la toma de Bagdad y se ganó el sobrenombre de "Fighting Joe" ("Joe El Luchador").

Fue durante esta campaña cuando se terminó de forjar la estrecha relación entre Dunford y el que acabaría siendo su principal valedor en Washington, James "Perro Loco" Mattis.

Ya por entonces, Dunford era considerado como una de las mentes militares más brillantes del país, algo que no pasó desapercibido ni para el entonces presidente Barack Obama (2009-2017), que fue quien le puso al frente del Estado Mayor, ni para el propio Trump, que sorprendentemente optó por mantenerle dos años más en el cargo.

La destreza política, no solo militar, de Dunford le granjeó apoyos en el Capitolio, lo que se complementaba a la perfección con su buena imagen en el Pentágono y, hasta hace algunos meses, en la Casa Blanca.

La experiencia de Dunford en Afganistán fue clave para ganarse la confianza de los líderes políticos, ya que en aquella misión consiguió labrarse alianzas con el estamento militar estadounidense, así como entre los miembros de la OTAN.

De hecho, el nombramiento de un general curtido en el campo de batalla para el puesto de Jefe del Estado Mayor Conjunto fue visto como una clara indicación de que Estados Unidos seguía considerando que los conflictos activos en Oriente Medio tenían un peso clave en la estrategia del Pentágono.

Esa amplia experiencia resultó clave, sin duda, para abordar los desafíos de seguridad nacional de Estados Unidos a nivel internacional.

Sin embargo, ese bagaje fue perdiendo lustro debido al nuevo enfoque estratégico de Washington, que a principios de este año consideró que había llegado el momento dejar a un lado la lucha contra el terrorismo islamista para centrarse en la creciente amenaza que representan otras potencias, como China y Rusia.

Dunford comenzó su carrera militar en 1977, tras graduarse en academias militares del Ejército y la Infantería de Marina y obtener el grado en Ciencias Políticas por el Colegio Universitario de St. Michael.

Además, posee un máster en Gobierno y Administraciones Públicas por la Universidad de Georgetown y otro en Relaciones Internacionales por la Escuela Fletcher de Derecho y Diplomacia.