Declarado por las Naciones Unidas en 1992, el 3 de diciembre debería ser considerada una fecha muy importante en esta sociedad actual en la que no ha calado lo suficiente, o dicho de otro modo, donde priman más los intereses particulares u oficiales que mejorar su accesibilidad e integración. Se han hecho cosas, pero todavía estamos a medio camino de cubrir sus mínimas necesidades.

Quizás lo más triste es que fallamos en la concienciación, y aún queda gente que mira para otro lado. Son personas con limitaciones y, no comprendo cómo hay gente capaz de desentenderse o dejarlos de lado porque creen que es un problema social que deben resolver otros. Así solo demuestran, principalmente en los hospitales públicos, que están dirigidos por administrativos sin escrúpulos ni conciencia.

Soy defensor a ultranza del Servicio Canario de Salud, de sus centros primarios, hospitales y personal médico, y alabo la labor impagable de todos aquellos que tratan tanto la salud como el aseo personal de un enfermo. Sin embargo, desde el 12 de octubre pasado, a pesar de que mi opinión no ha cambiado, sí que debo denunciar lo sucedido con mi hija mayor, ya que mi conciencia no puede permitir que a otras familias les pase lo mismo. Siendo exhaustivos, como siempre empieza César Vidal, los hechos son los siguientes: mi hija tiene 54 años y una discapacidad psíquica del 88%. Su madre se preocupó de educarla igual que a sus hermanos, haciendo que fuera autónoma, se baña, viste y come sola. Desde pequeña fue tratada por médicos especialistas, tanto locales, como nacionales y alguna eminencia extranjera. Fue a varios colegios y aprendió a leer y escribir, pero cuando cumplió 18 años los especialistas aconsejaron que estaba mejor en un entorno hogareño. Durante años ha sido independiente e incluso ayudaba en tareas de casa. Dicho día tuvo una caída y fue trasladada en ambulancia a Urgencias de La Candelaria, donde ingresó 5 días en planta determinando que sufría rotura del húmero derecho y que debía curarse en casa con un cabestrillo. El parte de alta indica que no es operable debido a su incapacidad psíquica para seguir una adecuada rehabilitación y a su obesidad. Fue entonces trasladada a casa, que no está habilitada para tener una persona con esa movilidad tan reducida y en la que ya convive con sus progenitores, ambos con distintas discapacidades físicas, y lo que indican en estos casos es pedir ayuda en tu municipio porque es un "problema social". Durante los siguientes días observamos que los moratones aumentan por todo el cuerpo, no solo en el hombro, y se cae varias veces en la ducha al intentar asearla, y en uno de esos desplomes tiene que volver a pasar la noche en Urgencias, pero es devuelta a las 7 de la mañana porque la rotura no ha variado. Aquí comienza el declive de una enferma que queda postrada en una cama, que empieza a delirar por fiebre alta, deja de comer y tomar su medicación habitual. En una llamada desesperada al 112, pues de su centro de salud no acude ningún médico a asistirla, vuelve a ingresar en Urgencias, y el parte indica, además de la rotura, varias infecciones y anemia por la que necesita varias transfusiones. Tras una semana ingresada en la sala de observación dos, es trasladada al Hospital de San Juan de Dios en un estado lamentable, teniendo que ser operada de urgencia solo tres días después por una grave infección en el brazo de la rotura.

En esos dieciocho días de su paso por el Hospital La Candelaria, se vulneró su derecho más elemental como persona con capacidad especial, que sea tratada con dignidad. Solo digo que han pinchado en un hueso muy duro de roer, pues mi familia ha dedicado muchos años de sacrificio y entrega al discapacitado psíquico, y nos vemos obligados a poner este triste caso en manos de los responsables sanitarios del Gobierno de Canarias, explicando con pelos y señales lo acontecido y adjuntando los documentos acreditativos para que ejerzan su responsabilidad y no haya más seres deshumanizados atendiendo a los pacientes.

Carmen progresa lentamente gracias al cariño, solidaridad, responsabilidad y humanización que está recibiendo en el Hospital de San Juan de Dios.

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