"El día que sienta que lo que hago ya no gusta me iré a casa". Esta frase, lejos de sonar a despedida, es toda una declaración de intenciones por parte de un creador que lleva casi cuatro décadas haciendo reír. La vida de Manolo Vieira (1949) cambió cuando se ganó las primeras mil pesetas por contar chistes. "Aquello me gustó, y aquí sigo", asegura el humorista grancanario antes de ofrecer alguna pista sobre el espectáculo que el 14 y 15 de diciembre va a enseñar en la capital tinerfeña.

¿Qué les va a proponer a los espectadores que esta semana acudan al teatro Guimerá?

A los espectadores les voy a mostrar una mirada al pasado para que sean testigos de cómo han pasado los años, que no solo es el título de un bolero muy bonito, sino un ejercicio interesante para apreciar los cambios que se han dado en nuestras vidas. También hago una referencia a los límites que le están poniendo al humor, que es algo poco comprensible en pleno siglo XXI.

¿A qué límites se refiere?

Se los están poniendo... Yo no recuerdo que este tipo de censura existiera hace treinta y pico años. Incluso, con el dictador vivo había ingenio para sortear a los censores de Franco. Era un humor con más ironía y sarcasmo, pero es que ahora van a saco...

¿La censura a la que hace referencia es ideológica?

Sí, y también tiene algún que otro componente político. Soy humorista o inventor de chistes. Yo no hago política y no me gusta que me coarten mi humor. Cuando empecé en esto hace 37 años únicamente se hacía humor y nadie estaba pendiente si herías alguna sensibilidad con una frase o un gesto. Hoy, en cambio, lo quieren fiscalizar todo y hay que medir muchísimo el contenido de un chiste para no acabar crucificado.

¿Ahora que estamos celebrando cuatro décadas de cambios, impulsados a través de la Constitución, aprecia algún síntoma de transformación en su manera de presentar un chiste?

Las claves no han cambiado. Yo llevo 37 años dedicándome de una forma profesional a esto y me cuesta ver los tiquismiquis que se han vuelto algunos con el humor. Insisto, con Franco vivo tenías que liar un buen pollo para que te llevaran a comisaría. Hoy por menos acabas delante de un juez.

¿Cómo empezó todo?

Las primeras mil pesetas me las pagaron el 1 de junio de 1981 y aquello me gustó. Eso era magia pura porque te ibas de tenderete viernes y sábado y te sobraba dinero. A partir de ese momento dije: ¡Coño, yo me puedo ganar la vida con esto!

¿Cuál es su análisis, al margen de los peligros anunciados anteriormente, de lo que está ocurriendo hoy en los escenarios?

La gente sabe en qué emplear el dinero y la oferta de hoy es muy variada: antes o te ibas al campo o comprabas una entrada para un espectáculo. Hoy el abanico es bastante mayor. El ocio se ha diversificado y, a veces, eso puede ser un problema si no se planifica bien.

Usted ha sido pionero a la hora de crear un estilo de hacer humor, pero ahora las reglas son otras. ¿Le gusta el binomio que forman el humor y las nuevas tecnologías?

Yo no me considero un enemigo de las nuevas tecnologías. Al revés, hay gente como Darío López, de Palante Producciones, Aarón Gómez o Kike Pérez que están sacando adelante proyectos muy interesantes. Hacer reír no es fácil, pero cuando lo consigues todos los esfuerzos están justificados. Eso es lo que no ha cambiado con el pase de los años y los avances tecnológicos. La base está en una banqueta, un micrófono y el relato de situaciones que están cerca de nosotros.

¿Y algo de imaginación?

Tampoco es bueno comerse demasiado el coco. Las cosas están ahí fuera. Tú solo tienes que saber leerlas. Para crear un buen chiste hay que saber interpretar la actualidad y aprender a reírte de ella. Cada vez es más difícil sorprender a los espectadores, pero eso es un reto a la hora de planificar un espectáculo. Mi vida no la concibo de otra manera que no sea así: en un escenario, sentado en una banqueta y con un micrófono.

¿Siente que con el paso de los años ha ido ganando aliados?

Cuando pensé "Cómo han pasado los años" reflexioné sobre el público que acude a ver mis espectáculos. Mi audiencia es amplia. Hay abuelos, hijos y nietos que se han enganchado a los chistes de Carmelito. Yo sé que hay gente que está esperando a cumplir los 18 para poder entrar en "Chistera". Los abuelos han ayudado mucho a mantener vivo este sueño.

¿No da la sensación de que se vaya a retirar pronto?

De momento no está en mis planes. El día que sienta que al público no le gusta lo que hago me iré a casa, pero aún no ha ocurrido. No le digo que vaya a morir con las botas puestas en los escenarios, aunque sigo en plenas facultades físicas y mentales para seguir generando unas cuantas risas más. Antes no tenía que tomar tantas precauciones sanitarias, pero el humor no tiene edad. Un chiste es algo que surge de la nada: lo más importante es saberlo contar y encadenar varios seguidos. A mí me quedan unos pocos por inventar y espero seguir contándolos unos cuantos años más....