Se impone, después de las recientes y sorpresivas elecciones andaluzas en momentos más que complejos, un eficaz, distinto y estable paquete de correcciones que anulen para siempre el adoctrinamiento de una buena parte de los andaluces que, tras casi cuarenta años de gobierno súper dirigido por casi todos aquellos que hoy están en manos de los tribunales, no han hecho sino cobrar del erario sin apenas derramar dos gotas de sudor con el beneplácito de una impresentable Junta y dos presidentes sentados en el banquillo. Falta mucho por destapar. Los que lleguen levantarán alfombras carísimas del palacio de San Telmo donde, tal vez, se escondan negocios inimaginables e inconfesables que han ensuciado la imagen bella y admirada de la ciudad del Guadalquivir. La gran ignominia en Hispalis comenzó allá por los tiempos de la Expo, días de vino y rosas, donde los dineros salían volando sin control alguno desde la Casa Rosa, sede entonces de la Junta. Algunos personajillos canarios también se arrimaron a aquel becerro de oro sin decencia alguna.

El desastroso Gobierno socialista-obrero terminó el espectáculo (hasta el 27 de este mes pueden suceder muchos arrejuntes), con la inesperada presencia de los denominados emergentes, decididos a iniciar y participar de una nueva política llena de pactos que pueden ser inauditos. Pactos inauditos que deberían limpiar el horizonte más que turbio que define la situación actual de Andalucía, trasladable a toda España, creada por el "dejar hacer" de la clase política bajo una irresponsabilidad total que ha llevado a nuestro país a una amenaza peligrosa que se extiende de norte a sur. Entre Vasconia, Catalonia y al-Ándalus, España está a punto de iniciar un nuevo ciclo político de la mano de independentistas, terroristas y ultras de los dos extremos. Este patio enmarañado se debe reconducir con medidas urgentes que pongan en marcha un camino lleno de consensos. La presidenta del Congreso estuvo acertada en su impecable discurso. No hay que volver al pasado y propuso una unión en torno a los valores constitucionales. Hay que renovar "el gran pacto constitucional". Han pasado cuatro décadas complicadas que algunos las quieren complicar aún más. El inefable Pedro Sánchez, presidente apoyado por grupos radicales que ahora le quitan la confianza y, por tanto, no podrá aprobar los presupuestos, se ha atrevido a lanzar a los cuatro vientos uno de sus muchos disparates: eliminar la monarquía suprimiendo la inviolabilidad del rey, conociendo que esta ilusoria propuesta no puede llevarse a cabo sin un referéndum que cambie la Constitución. ¿Qué neuronas circulan por el cerebro de este señor? ¿Las de un reactor republicano?

Insolentes revoloteando por los cielos de España arrastran un déficit de más de un billón de euros (con "b"), que, al decir de los economistas, jamás podrá saldarse. La equidad ha pasado de largo por nuestro país y los ricos se han hecho más ricos. Amasar dinero con la complicidad de los bancos (no basta con pedir perdón y dormir en la cárcel). El ciudadano ha comprobado, desde los palacios de La Moncloa y San Telmo, la calidad personal de los que están, de los que pueden arribar y de aquellos que, sin rubor y sin pasta, caminarán por el precioso barrio de Triana. Asistimos a algo preocupadamente rutinario que se tornará insufrible en las próximas elecciones. Macarrismo político, según definió un ilustre inepto apegado al poder.

Pero esta fiesta terminó con un número inesperado: la aparición de la extrema derecha Vox, que, a pesar del CIS, pasó de 0 a 12 escaños, un aumento considerable de Ciudadanos y un descenso del Partido Popular que, cosas de la aritmética política, a pesar de la caída puede, gobernar junto a Cs y Vox. Pero, ¿qué propone (programa) la organización de ultraderecha? Para nuestros pacientes lectores, indicamos solo algunas de las genialidades dadas a conocer por este partido político. Pretenden suspender la autonomía catalana; ilegalizar todos los partidos, asociaciones y ONG que persigan la unidad territorial; máxima protección jurídica a los símbolos de la nación; todos los españoles deben utilizar, como lengua común, el español, suprimiendo el requisito del conocimiento de la lengua cooficial; supresión de las policías autonómicas. Todas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado dependerán del Gobierno central; transformar el Estado autonómico en un Estado de Derecho unitario. Un solo gobierno y un solo parlamento para toda España; acciones diplomáticas para la devolución de Gibraltar y desmantelamiento de las redes de piratería, narcotráfico, contrabando y blanqueo de capitales; conocimiento de la aportación de España a la civilización y a la historia universal; derogación inmediata de la Ley de Memoria Histórica; supresión del Concierto Económico Vasco y el Convenio Navarro?

Valgan estos pocos ejemplos del programa de Vox. Ultraderecha pura y dura. Enfrente, la ultraizquierda que también quiere terminar con España de la mano de Maduro. No aplaudieron el certero discurso del rey Felipe VI, dejando en el aire, una vez más, su nulo respeto a las instituciones. Se acerca un nuevo ciclo político, ¿no?