Terry Gilliam es un maestro del surrealismo en el cine. Miembro de los Monty Python, sus películas han creado un estilo genuino que nunca pasará de moda. Desgranando su obra "Los héroes del tiempo", nos regala la capacidad de viajar en la historia para conocer a personajes como Napoleón o Agamenón desde una perspectiva jocosa y entretenida. La película nos ofrece un ejercicio de introspección con la cualidad de comparar qué tanto ha cambiado el siglo XXI respecto a otras épocas históricas como la Edad Media o la Edad Moderna. Es evidente que la evolución es un hecho, no tanto como un esfuerzo de la especie humana sino como resultado del devenir de los tiempos. Avances sociales, en medicina, económicos y políticos. No obstante, no todo está tan claro. Kevin es un personaje clave en la película, un joven con una imaginación desbordante que una noche topa por sorpresa con un grupo de enanos que sale de su propio armario. Estos personajes decidieron robarle un mapa para poder viajar a través del tiempo y del espacio con la intención de usurpar grandes tesoros en distintas épocas. Si dentro de su imaginario Kevin tomara rumbo a la España actual, no entendería la mitad de las cosas que sacuden a Europa y a nuestro país. En un mundo de fantasía, su primera parada tiene la dirección postal de la monarquía española. Cómo explicarle al joven soñador que esta institución de otro tiempo tiene vigencia en términos democráticos en un país moderno. Sacudida por la corrupción, se blanquea una Casa Real con la figura de un rey "preparado" que lógicamente no ha elegido ningún ciudadano español. "El único discurso que deben esperar los españoles es el de su abdicación", asevera Kevin durante sus paseos por la desmedida España de Fernando VII. Su portal lo mantiene en territorio patrio, pero en esta ocasión con destino a la Iglesia. En nuestro Estado aconfesional, observa a obispos inaugurando rotondas, en actos puramente civiles y con una influencia preponderante en la toma de decisiones públicas. Gobierno del pasado con un número importante de numerarios del Opus Dei y haciendo política desde los altares. "Quién ampara a un sacerdote arengando a votar a un determinado partido y oficiando misas en Santa Cruz de Tenerife en honor a Franco. Me recuerda a mi odisea en el año 314, con Galerio, Licinio y Constantino, cuando la Iglesia sella con el Estado una estrecha alianza que se prolongará por siempre en el Edicto de Milán, donde los obispos decretaron en Arles la condena eterna de cualquier rebelde", explica Kevin. A medida que los interrogantes inundan el imaginario viaje de Kevin a España, les toca el turno a las fosas comunes y la Ley de Memoria Histórica: "En España hay 114.226 personas desaparecidas, lo que convierte al país en el primero en número de desapariciones forzadas de la Unión Europea y en el segundo en el mundo, después de Camboya; la clase política qué ha hecho además de criticar el avión de Pedro Sánchez". Es en este momento cuando me quedo sin tinta en la estilográfica y pasamos a la siguiente parada: los migrantes. "Mis viajes fueron duros, aunque en la película solo se reflejen los más divertidos. Es imposible olvidarme de septiembre de 1939, cuando asistí al comienzo del éxodo de alemanes y austriacos, muchos de ellos judíos, hacia Francia, donde fueron destinados a los mismos campos de concentración ocupados unos meses antes por los exiliados españoles. En los meses siguientes, miles de judíos de los países que el ejército alemán se anexionaba llegaron a territorio francés huyendo de los nazis", cuenta con cierto temor. Hoy, dejamos morir a niños en el mar por la única razón de no ser los nuestros, y vemos, con palomitas en el sillón, a miles de africanos saltando una valla que separa civilizaciones; así es nuestra modernidad, que nada tiene que envidiar a la de principios del siglo XX. Kevin pregunta por la esclavitud, si ya fue abolida o solo es una cuestión de forma. La esclavitud es una práctica eliminada en todos los países del mundo, al menos en la teoría, porque en la práctica ha adoptado nuevas formas, principalmente trabajos forzados, explotación sexual o tráfico de personas, de las que son víctimas millones de personas. La explotación sexual genera unos 21.800 dólares de media para los traficantes por cada víctima, algo equiparable a las tierras bajas de Carolina del Sur, incluso antes de la Revolución Americana, donde los plantadores poseían cientos de esclavos para el trabajo del algodón y las labores del hogar. Y así fue, hasta que incluso, para metáfora de la irracionalidad, en la Edad Media se inventó el concepto de guerra justa, vigente hasta nuestros días, como lo demostraron los debates en la ONU sobre la guerra de Irak. Míralo bien, no ha cambiado nada.

@luisfeblesc