Pablo Iglesias debe estar preguntándose todavía qué ha pasado para que sea el líder político peor valorado. Él, que era el nuevo redentor; él, que tenía unos principios tan férreos que llegó a acongojarnos y hasta despistarnos de la realidad. Él, que llegó a lograr que dudáramos de nuestros propios valores, resulta que ha sido víctima de sí mismo y de la opulencia. Quizás hoy no se hubiera comprado el casoplón de Galapagar, delante de las narices de todos sus seguidores a los que convencía con que el sistema era otro. Pero es que a la izquierda radical le puede un lujo de tal manera, que es incapaz de esperar o tener mesura, y en cuanto pueden se dan el lujo padre delante de los que menos tienen.

Ante su caída en credibilidad de su mesías, parece que el entorno de Podemos anda a todo trapo intentando movilizar a lo que han llamado la "marea bolivariana" para poder llegar a algún pacto en las Islas que les permita tocar poder tras las próximas elecciones. Ay, Pablo y los lujos. Y menos mal que en España seguimos disfrutando del Estado de Derecho, porque hace unos días leía que el hijo de Fidel Castro tenía un yate gemelo del de Bill Gates, el fundador de Microsoft, y quien fuera la mayor fortuna del mundo año tras año en el "ranking" anual de la revista Forbes. La separación de la clase más necesitada y de la que nacieron es tan rápida que uno agradece que no se nos hayan colado más a fondo en el poder. Y a uno, cuando oye a Pablo Iglesias retrotraerse y decir que quizás se haya pasado con algunas cosas que manifestó sobre Venezuela, lo que le dan son ganas de cogerle la coleta y cortársela. Para empezar, después seguiría cortando: por mentiroso.

@JC_Alberto