Cualquier marinero sabe que cuando se ven las nubes de una tormenta que se acerca hay que preparar el barco para la que se viene encima. Pero debe ser que en Madrid la gente es de secano y esto de las metáforas acuáticas no les mueven los aparejos. Los responsables de Hacienda han elaborado un presupuesto que eleva los ingresos fiscales del Estado a su techo histórico postcrisis, hasta los 227.000 millones, es decir, unos 15.000 millones más que el año pasado.

A la vista de lo que está por llegar, esas previsiones no se las cree ni el que las hizo. Porque vamos de cabeza -sigamos con lo del barco- hacia unas enormes olas que se nos acercan vertiginosamente. Este año no vamos a crecer un 2,4 del PIB como se creía hace poco, ni siquiera un 2,2 como calcula el Gobierno. Nos estamos hundiendo ya en el 2,1, según Funcas. Y si se produce una salida sin acuerdo de Gran Bretaña de la Unión Europea, los efectos en la economía de la zona euro van a ser devastadores.

Los primeros que huelen la sangre en el mar, ya se sabe, son los tiburones. Debe ser por eso que las grandes empresas están mandando señales de que aquí está pasando algo. Caixabank ha anunciado el despido de 2.157 trabajadores en todo el país. Vodafone España ha lanzado también el aviso de que va a desprenderse de una cuarta parte de su plantilla, unos 1.200 empleados. Y Ford ha avisado una fuerte reestructuración de plantilla en toda Europa, que podría suponer miles de despidos y afectar a su fábrica en Valencia. Y esa sensación de que las grandes empresas están tirando por la borda costos laborales es una señal de alarma que convendría no ignorar.

Una de las expectativas de mayor ingreso de los presupuestos para este año se basa en la expectativa de que los beneficios de las empresas sigan creciendo. Y si se mira la recaudación del Impuesto de Sociedades de los últimos años, es un jarro de agua fría sobre esos planes. En la última década los ingresos cayeron más de un 43%, desde los 44.000 millones a los 25.000. Por mucho que eliminen deducciones, la previsión de ingresos es irreal.

El Gobierno socialista ha hecho un presupuesto expansivo, con un crecimiento del gasto social superior al 5%. Ha subido las pensiones, que ya son más de 150.000 millones, pero también los costos de la burocracia de la administración. Porque al final ni la derecha ni la izquierda son capaces de meterles mano a los costos del intermediario del Estado del Bienestar. Como no hay ahorro por ninguna parte y la recaudación de los impuestos previstos va a fallar, nos estamos metiendo en una trampa que terminará en lo que siempre funciona: en una subida de presión fiscal para todas las clases medias.

Recuerden la imagen atribulada de Zapatero subiendo al cadalso de la tribuna del Congreso, en 2010, para anunciar un incremento de los impuestos indirectos en España. El infortunado presidente del PSOE se bebió una amarga dosis de realidad. Y el PP, entonces en la oposición, aprovechó para hacer un poquito de demagogia antes de llegar ellos al poder para hacer lo mismo y salvar de la ruina las cuentas públicas.

En estos días nos han visitado el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la ministra del Gobierno de España, Meritxel Batet, que les han pedido a los canarios que no hagan "victimismo". ¿El maltratador le pide a la víctima que esté calladita? Igual no eligió bien las palabras. La lealtad que Madrid le está pidiendo a Canarias se la tendría que exigir primero a Cataluña, con cuyos dirigentes se dan besos y abrazos dialogantes.

Pero no seamos necios. Los votos de dos diputados canarios consiguieron inversiones hace unos años. Ahora son los votos de los catalanes, que son los necesarios, los que ordeñan los Presupuestos. Y no nos pongamos dramáticos por que otros estén haciendo lo que nosotros hicimos. Es como funciona este puñetero país.

No sé si el tal Sánchez sacará adelante sus Presupuestos a base de poner pasta en Cataluña o será un naufragio político que nos lleve a unas nuevas elecciones generales, pero lo que si sé es que por ahí delante hay unos nubarrones muy negros. Una muy mala noticia para un país que navega con el lastre de un billón de euros de deuda pública justo en el tiempo en que la confianza en la "deuda país" está a punto de estallar. Avisados quedan.