La sabiduría de Esculapio se percibió en todos los campos que la Medicina abarcaba en su época, pero destacó, sobre otra cualquiera, el cuidado y el trato que debería darse a la enfermedad mental. A todos aquellos que padecían algún tipo de demencia, bien sea esquizofrenia o determinadas neurosis, por primera vez, se les respetaba como si estuvieran sanos. Y si la costumbre era que la lectura, la poesía, la gimnasia y el teatro estaban para disfrute de todos, a estos enfermos no se les excluía, sino que se integraban en estas actividades. No se les recluía, ni se ataban con cadenas, sino que disfrutaban de una vida tal cual el resto de los griegos.

Desde los griegos, y concretamente en la figura de Esculapio, se trató a la persona con toda la dignidad posible, dado, además, que tenían como norma a seguir no solo la belleza, la estética y el disfrute de la vida, sino que procuraban que el resto pudiera participar del vivir, y si había seres que bordeaban la tristeza y la desilusión, se les integraba en una sociedad que era envidiable. Y no solo por sus maneras democráticas, sino por las percepciones que tenían sobre los demás a los que consideraban como la prolongación de uno mismo.

En Epidauro se aposentó Esculapio y su escuela de medicina, la que con el tiempo cayó en desgracia, sobre todo cuando los bárbaros del norte pisotearon el terreno y expoliaron las virtudes de un pueblo. La llegada de los bárbaros fue el inicio no solo de la enfermedad trasplantada tras los montes del Parnaso, sino también el comienzo de unas maneras violentas de entender la vida donde el gozo era ya impuesto por unos pocos y no para el resto. Lo que no se atascó en el tiempo, sino que se ha prolongado hasta hoy.

Los rostros amables que aún conservan las esculturas griegas, así como las figuras con una perspectiva que trasciende el entorno de cada cual, es el vestigio más creíble de una civilización y cultura que supo entender la vida de una forma placentera, además de estar muy bien organizada y que contaba con sacerdotes-médicos que procuraron poner remedio a los males que aquejaban a la generación del momento.

No es que se pretenda volver a los clásicos, aunque algunos y no solo los románticos de la época ya lo hicieron, sino que sería conveniente que desde el montículo que todos llevamos dentro nos alongásemos para ver si es posible vislumbrar nuestra pequeñez, y además, si somos capaces y valientes para apropiarnos de nuestro timón o destino y no ser marionetas ni mercachifles de los cantamañanas que pululan por cualquier esquina.

Volver a los griegos, creo que aparte de ser necesario, debe ser reconfortante, sobre todo cuando rememoramos personas de la talla de Esculapio, que desde la Grecia del Peloponeso puso su sabiduría al servicio de los demás.