Acaso el programa que sonó anoche en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife (¡lástima la media entrada para un cartel tan atractivo!) sea un anuncio de lo que está por venir: piezas de música contemporánea envueltas en un celofán clasicista.

Lo cierto es que la expectativa de disfrutar en directo de la pianista Martha Argerich se hizo realidad desde los primeros acordes. No precisó partitura para hacer sonar la "Partita nº 2" de Bach, pieza que en sus manos se torna una vieja amiga, esa compañera que la acompaña cada mañana, y que tan pronto enloquece arrebatada, vertiginosa en el allegro, potente y profundo, como susurra en los pianísimos con el andante, asomando gracilidad y dulzura; siempre sutil y delicada... El virtuosismo debe ser algo bastante parecido a esto.

Con las notas del piano aún suspendidas, le llegó el turno al Cuarteto Quiroga, esa joven formación que desarrolló un ejercicio de exploración sobre las posibilidades tímbricas de las cuerdas con el estreno de "Los ojos del espejo", obra de encargo de Cecilia Díaz Pestano, y brindó con el "Cuarteto para cuerdas nº 1" de Ginastera la precisión y la expresividad que desde la complicidad conduce al talento, con un preciso ajuste rítmico, notas extensas y arcos casi interminables en una suerte de realismo mágico.

Tras el intermedio, después de haber disfrutado por separado, las cuerdas se fusionaron para regalar el "Quinteto para piano" de Schumann, que Argerich atacó vibrante desde el allegro, con el Cuarteto Quiroga brillando en esa especie de marcha fúnebre del segundo movimiento, dando paso a un scherzo vivaz y enérgico, para terminar con un allegro ma non troppo que vino a confirmar que, ciertamente, existen las emociones entre cuerdas.