Dicen que quien manda en casa es quien tiene en su poder el mando de la tele. Y aunque, afortunadamente, ya podemos tener dos teles en muchos hogares, quien lo maneja cuando la pareja o el entorno familiar está reunido cuentan los psicólogos que dice mucho de su carácter, su generosidad y su inteligencia. Eligiendo, sin consenso alguno, la opción que al tenedor del mando le interesa, el resto del entorno se irá de la habitación de marras dejando a este con su canal, y rompiendo momentos familiares que tanta falta hacen en momentos como los que vivimos; momentos en los que la unidad familiar pocas veces coincide ni dentro de su propia casa. Hace falta ser muy espléndido para claudicar sobre cómo ordenar televisivamente a una familia, pero el primer paso es tener claro que hay que hacerlo.

El mando de la tele es una excusa que me he puesto para hablar de las críticas que no pocos articulistas han atizado a los programas de Susana Griso, en Antena 3, y Ana Rosa Quintana, en Telecinco, en lo que se refiere al tratamiento del fallecimiento de Julen, el niño de 2 años caído en un pozo y encontrado muerto 14 días después. Cada uno de nosotros como informadores tiene el derecho a contar las cosas como lo considere oportuno, al igual que como televidentes a cambiar de canal. La oferta televisiva es la mayor que hemos tenido en nuestra historia jamás. Y apalear a los programas por su línea editorial, cuando se puede elegir lo que se quiera, me parece miope. Yo defiendo el tratamiento de ambos programas lejos del morbo. Con la misma defensa de la libertad de elegir una serie o un soporífero programa de política. Porque hablamos de sentimientos y de unidad; de la vida y de la muerte, y esto es una de las pocas cosas que, lamentablemente, unen hoy a todos los españoles.

@JC_Alberto