Leía hace unos días que los docentes son la profesión más importante del mundo. Sería para sopesarlo, pero esa era la conclusión. Pero no los docentes de antaño, que también tenían gran importancia, sino los docentes de ahora. Ellos están siendo los encargados de enseñar a los niños y a los adolescentes a cómo salir o superar las emociones negativas y positivas. En casa no se hace lo que los padres dicen, sino lo que los padres hacen. Y si bien se supone que hemos llegado a la luna y a los fondos remotos del mar, no tenemos ni la más remota idea de cómo superar nuestras emociones. De puertas para afuera nos afanamos por averiguar qué es lo que existe, pero de puertas para adentro no sabemos gestionar la tristeza, la alegría, el miedo, el mal humor, el rencor, la empatía y un largo etcétera.

Cada día nos encontramos con chicos carentes del dominio de sus propias emociones, y hay que tener profesores lo suficientemente dotados para que puedan enseñarlos a manejar sus emociones. Asunto nada fácil porque es ahora, en este momento, cuando se ha abierto la brecha emocional, y cuando hemos descubierto que no es el amor el que mueve el mundo, sino las emociones y su gestión. Los niños olvidan mucha materia, cuenta Mar Romera, docente en inteligencia emocional y presidenta de la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci, sin embargo nunca olvidan quién fue su profesor favorito, quién los inspiró; y esto es casi únicamente fruto de las emociones. Para Mar Romera, los profesores no son una casualidad, son parte del ADN de la vida de sus alumnos. Aunque yo matizaría que de los niños y no de los adolescentes, porque a lo largo del mundo no son pocos los países donde las estructuras familiares han cambiado y los adolescentes se han vuelto bárbaros. ¿Quién le pone entonces el cascabel al gato?

@JC_Alberto