Zeta Zetas recupera el primer premio de Interpretación que cosechó ya en 2017, mientras que Mamelucos se hizo con un segundo. El tercer lugar y el accésit, para dos ausentes de la última edición que regresaron no solo a final sino también al pódium, Bambones y La Traviata.

En presentación, el primer y segundo premio coinciden con los de la última edición, Mamelucos y Diablos; los de la Casa del Miedo cambiaron a Lito Díaz y también ganan. Con los trónicos, es la consolidación de Moi Rodríguez.

En menciones no oficiales, el premio La Sonrisa de un Niño, de Triqui-Traquitos, recayó en Los Rebeldes; el Borja Reyes para Melka Barrera, y el galardón de nueva creación, que concede Radio Carnaval del Aula de Cultura, Murguero del Año, fue para José Moro, de Diablos.

El recinto ferial de la capital tinerfeña acogió anoche, desde las ocho y media, un final de murgas que se prolongó hasta pasadas las tres y media de la madrugada, cuando se hizo público el veredicto. En líneas maestras, las ocho finalistas apostaron por la crítica argumentada, tal vez más dura que en otras ediciones. Pero fue una final plana, en la que salvo Zeta-Zetas, con el repertorio más sorprendente -su parodia de la murga de los políticos y el croma-, el resto correcto. Pero no hubo un número tipo Sarymamels. Lo más llamativo Zeta-Zetas. Y no será porque no lo intentara el resto. Luego, Mamelucos, la otra candidata, apostó por crítica dura en su primer tema y un baile de carnaval que acabó mareando.

Otra de las murgas de la noche que afilaron su lápiz en esta edición, y no solo por regresar a la final, fueron Bambones. El primer tema jugaba en su contra por el síndrome del "espejito mágico", tal vez el exceso de mirarse tanto en lo que les pasó el año pasado cuando quedaron apeados de la gran final. Por primera vez en su trayectoria. Pero fueron potentes en la crítica y verlos con albornoz ya puntuaba en humor. El segundo, de ruidos, comenzó bien pero acabó desplomándose; la idea de demostrar cómo una murga es capaz de demostrar que se puede "innovar" con los recursos de toda la vida era toda una lección. Pero al final... los ruidos los ahogó en argumentos que los apagó.

Burlonas defendió su identidad, con un tema argumentado sobre Carlos Alonso, y las animadoras de ludoteca, un guiño más comercial, pero con una crítica pegada a la realidad social, como a ellas les gusta, y con voces bonitas. Tenían magia para contrarrestar la densidad de los argumentos.

El sonido les jugó una mala pasada a Diablos, que encima eran los primeros en actuar. Además, justo en el momento de la presentación emotiva, dedicada a Bolidia Morales, esposa de Tom Carby y madre de Maxi Carvajal. Hasta en dos oportunidades falló. Diablos apostó por una crítica con un claro hilo conductor que se diluyó y una Escuela de baileque acabó por hipotecar el brillo a la murga.

Tiralenguas cerró la velada y demostró gran calidad en las voces y unas letras con las que pelearon por no desentonar en la final. Estuvieron a la altura.

También regresaba anoche La Traviata, después de dos años en la grada. Fueron correctos, pero sin despertar grandes entusiasmos. Al final, parece que apostaron todo al efecto de Marcelino. Su premio era el reencuentro con la final y hacer un papel digno.

Triquikonas tampoco arriesgó como en otras oportunidades, cuando lo apostaba todo por el humor. En esta ocasión, el primer tema, de Airam Bazzochi, de crítica; más dura y más seria que en otras ediciones. Le pasa como a murgas con estilo propio que cuando se intentan desmarcar o no cumplen con las expectativas que despierta su trayectoria acaban por desconcertar. Luego, en la canción de la trabajadora echaron el resto, con ese humor visual, pero letras menos cuidadas que en otras oportunidades.