Seguro que han estado alguna vez en la plaza de Europa, en Santa Cruz, al lado de la Delegación de Hacienda del Estado español. Sí, un sitio agradable y lleno de gente colaboradora, que una vez al año nos recuerdan lo que significan los impuestos, vía declaración o clavada de la Renta (como también se le conoce).

A solo 50 metros de la Delegación, en esa plaza, por donde también pasan los funcionarios de Aduanas, se instalan cada mañana dos puestos de pulseritas y cuchipandas varias. Nada de una manta con cosas en el suelo... puestos bien montados. Detrás de las cuchipandas hay copias de todo tipo: bolsos de marca de los caros, ropa y demás abalorios. Es decir, que los amables empleados de Aduanas (famosos por poner mil trabas a las importaciones, por multar y por amargar la vida a más de uno) miran por su ventana y contemplan sin rubor las copias ilegales, que han pasado frontera, vaya usted a saber de qué manera, y son ofrecidas alegremente, incluso a algunos de estos tan diligentes empleados públicos.

¿Ven? Es nuestro país de pandereta. Unos multando dentro de un despacho y en sus narices, tranquilamente, un mercadeo de piezas falsas sin control de Aduanas, ni de nadie. Y nada contra los vendedores. Se ganan la vida como pueden, si los dejan. Es sobrevivir. Y si están ahí día tras día, es que más de uno les compra. Ahí lo dejo.