El turismo lleva tanto tiempo entre nosotros que lo damos por hecho. No vemos lo que realmente está pasando y, como sigue funcionando, no nos damos cuenta de que ha llegado la hora de hacer algo más.

El mundo está cambiando de forma vertiginosa y, con este, todas las reglas que conocíamos hasta ahora. Todo cambia, incluso las reglas del marketing turístico. Seth Godin dice que Las cuatro Pes y las viejas prácticas del marketing hace tiempo que han dejado de funcionar por una sencilla razón: la saturación de los medios y de la mente del consumidor.

Para que nuestro destino turístico no se vuelva invisible en esta nebulosa de opciones que hay en el mundo global de hoy la única forma de seguir estando en la cresta de la ola es hacer algo extraordinario y diferenciado. No copiar más. Y en materia de hoteles, por ejemplo, que es solo una parte del turismo, siempre ando aprovechando los viajes que hago buscando lugares extraordinarios y diferentes. Es el caso del hotel en el que estaré mientras ustedes estén leyendo este artículo y otros más que van poblando Europa silenciosamente, pero con un gran éxito, los 25hours hotels.

25 hours hotels es una marca de hoteles fresca y dinámica, que se basa en transformar viejos hoteles tradicionales, anodinos y que se han quedado fuera de moda, y busca nuevas respuestas a las demandas de una audiencia que ha cambiado, porque el turista ha cambiado, mejor dicho, cambia constantemente. Ahora, los europeos, que son los turistas de Canarias por excelencia, son más urbanos, cosmopolitas, interesados culturalmente y conscientes de la marca, el diseño, el estilo. Lo que me gusta de 25hours hoteles es que crean hoteles individuales, hechos a medida del lugar y con la personalidad del lugar en donde están. Se basan un poco en que cuando entras en uno de ellos sientes que estás en un hotel dinámico, donde la sorpresa te espera en cada esquina e incluye algo así como un toque de aventura. Tienen alma, y eso que decía al principio sobre el marketing turístico, son extraordinarios y se diferencian del resto. Tienen alma y están como moldeados por el arte, la cultura y las historias de su entorno. Por ejemplo, el hotel de Berlín, el Bikini Berlín, está orientado hacia el zoo que tiene al lado, un lugar histórico de Berlín que ahora se ha convertido en un lugar de absoluta moda y actualidad, donde los huéspedes puntuales se mezclan con los ciudadanos del lugar a quienes les encanta subir a los bares de los pisos más altos y entrar casi en una selva que de postre tiene las mejores vistas del parque del zoo de toda la ciudad.

Son algo así como una combinación poco convencional de servicios contemporáneos. Los huéspedes los eligen deliberadamente, porque, si has probado uno de ellos, ya sabes lo que vas a encontrar: aventura, sorpresa, dinamismo, gente interesante, un lugar donde socializar, donde no sentirte solo en una ciudad extraña. Un lugar donde los viajeros internacionales y los huéspedes locales forman comunidad (si quieren), entreteniendo y siendo entretenidos. Al menos a mi me ha pasado, que siempre que he estado en uno de estos hoteles he tenido una historia que contar luego a mis amigos, algo que me sorprendió, como las hamacas del Bikini Berlín, o la mesa de pin-pon del Zürich West.

Por eso estoy deseando entrar en la última creación del diseñador Werner Aisslinger y su equipo, el Hotel Zürich Langstrasse para encontrarme -estoy segura- con un pequeño universo nuevo que descubrir, en este caso, incluso, un espacio de trabajo para artistas internacionales que hacen residencias en el hotel, y tomarme un café delicioso mientras veo pasar los trenes de la estación cercana, que como en Berlín el Zoo, en este caso invade todo el alrededor. No es estrictamente arquitectura, es diseño interior, pero es especial y transforma a quienes los hemos visitado alguna vez de manera que intentamos buscarlos en cualquier ciudad que por cualquier motivo tengamos que visitar. Me encantaría que algún día uno de esos hoteles estuviera en Tenerife, o en Fuerteventura.