Los turistas que se acercaron en la tarde de ayer para disfrutar del Coso Apoteósis del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife no salían de su asombro: "wonderful, wonderful", gritaban entre ellos, entregados a hacer la ola con la murga Zeta-Zetas, cuando se acercaron a la grada en busca de establecer sinergía. Abriendo el desfile, que discurrió por la avenida Francisco La Roche, la percusión de la Ni Fú-Ni Fá, que abría el cortejo, animó a los visitantes, muchos de los cuales fueron en busca de "Cristóbal Colón" -por la fantasía que luce la formación que dirige Cándido Acuña-, para inmortalizar la visita al Carnaval de Tenerife.

Luego vinieron las comparsas ganadoras, Joroperos, Cariocas, Tropicana... y ya aquello fue un frenesí, con un tiempo que hizo buena la máxima publicitaria de la "eterna primavera". Unos echaron mano a sus móviles para sacar fotos o grabar vídeos, otros... hasta videollamadas, mientras presumían de estar en manga corta, con un sombrero para protegerse del sol, y en un océano de fantasía.

El desfile duró tres horas y cinco minutos, tiempo en el que la organización alternó a las 19 candidatas adultas con las reinas y las cortes de los niños y los mayores, intercalados entre comparsas, que dominaron la primera parte, entre algunas murgas "salpicadas" en un cortejo que, para la televisión, quería transmitir ritmo y realzar la espectacularidad de los disfraces.

En directo, un desfilo solemne. Sin prisas ni espacios vacíos, con tiempo para degustar una batucada, observar los detalles de las fantasías. Gracias al exquisito trato dispensado a la prensa por la Sociedad de Desarrollo, que permitió acceder al bus turístico, los cronistas disfrutaron de una perspectiva privilegiada, mientras los touroperadores y los fotógrafos internacionales prefirieron echarse a la calle al principio del desfile con ansias de sumergirse en el Carnaval. Eso fue la primera hora, luego ya se dieron cuenta de que así es el Carnaval. Después de una hora, cuando ya había salido la corte de honor de la reina adulta, primeras agrupaciones musicales, con Caña Dulce al frente, luego, dos murgas infantiles -Mamelones y Retorciditos y sus tiburones-. Para el público, tan divertido era ver al niño pequeño disfrazado en brazos de sus padres, como quedarse sorprendido por el calor de la batucada. La comparsa decana, Rumberos, y Río Orinoco o Tropicana, entre otras, no dudaron en dirigirse al público e invitarlo a dar palmas o intentar seguir el compás de sus batucadas.

Tampoco faltaron los ganadores de los concursos de disfraces, o los grupos coreográficos. Los primeros tardaron una hora y cuarto en recorrer el coso desde el punto de partida hasta la finalización; alguno estaba en casa ya descansando y todavía la apoteosis iba por la mitad.

Antes de la cabecera oficial desfilaron las tres carrozas ganadoras y los otros tantos coches engalanados, seguidos de un una comitiva oriental en la antesala del Coso. Ellos no iban disfrazados; iban de gala. Los que siguieron a la Fufa, sí que iban caracterizados.

Entre centenares de personajes "anónimos", destacó la maga que se trajo al hombro una col gigante, entre rostros "populares", como M.A., don Ciruelo, con su nueva doña Croqueta, o Michael Jackson, este año sin guardaespaldas... Debe ser por la crisis económica. La fiesta discurría por la avenida Francisco La Roche, a la par que en la zona próxima se celebraba una capoeira, y las calles aledañas estaban desbordadas de público, y de participantes también en busca de un perrito caliente que sofocara el hambre.

La guagua turística fue un palco privilegiado, desde el que poder recrearse en cada fantasía. Descubrir el detalle de cada disfraz, y encima multiplicado por número de componentes, y encima en diferentes modelos, según grupos y modalidades. Un escándalo de originalidad y fantasía, si no fuera porque ya suenan a tópico.

Entre los participantes, llamó la atención el vestuario de la comparsa infantil de San Matías Tamaise, con una malla de color carne y unos detalles de lentejuela, o la reivindicación de un grupo de mujeres que se movilizaron por el 8M. Entre la mayoría, un desconsuelo, por ver cómo las obras de la nueva plaza de España, frente al Cabildo, han pasado factura. A a la altura del lateral del Palacio insular, los participantes tuvieron que sortear decenas de metros entre vallas, sin público, por un angosto pasillo de cuatro metros y medio de ancho. Y a punto estuvo de ser más estrecho, de no haber sido por el "empecinamiento" del gerente de Fiestas, que revisó el trayecto antes y obligó a ampliar el margen dado por la contrata. Lo peor, el temor a que si la nueva plaza de España, con su charca, impide la celebración de bailes multitudinarios como el récord Guinness en 1987, Santa Cruz se acerque al mar con la nueva obra, pero el paso del coso no vuelva a ser como antes. Para los menos nostálgicos, renovarse o morir.