Me excita la ardiente mirada de la palabra placer, escondida entre la interrogación y el punto, inventa un abandono para propiciar un encuentro.

En el barranco del paréntesis ocultaré la complejidad de un beso; consecuencia original del deseo o de un escozor. En ocasiones también ayuda el picor...

Qué sentimentalismo más idiota me despierta Anaïs Nin, fue una escritora de inteligencia superlativa, era tan libre que su legado carece de pretensión. He comenzado el artículo con el opio que ella nos dejó. Sí, fue la primera mujer que publicó relatos eróticos en Estados Unidos.

Las personas cultivadas tienen una facción prodigiosa. Son capaces de ver que entre el volumen intencionado de adjetivos calificativos, no se halla el sujeto.

La burla sistemática de la mediocridad, el odio dominante de la nada, el acto continúo de rechazo; les sirve para desintegrarse del mundo común y vivir en su mundo.

Saber transformar en humor los contrastes es recrear con ironía la miseria de la ignorancia. Bello escenario, la vida, en cada esquina se evidencia el presente existencial y sus derivadas...

Ultrajar el honor del gigante y darle pábulo al enano. Dualismos que se transforman en reflexión, ¿realidad o sueño?

Hablando de gigantes quiero detenerme en una mujer inmensa: Lou Andreas Salomé, sí, la misma que con su intelecto desquició a Nietzsche, Rilke y Freud. Y seguramente a alguno más. Absorta en su libertad, la maravillosa escritora rusa acercó sus labios a las palabras, y sus pies a la vivencia. Claro, Lou era Lou... ¡Qué felicidad más grande poder decir de Nietzsche lo que una siente!

Nunca me he abandonado a la tendencia, el primer libro suyo lo leí con la cara llena de granos, entre los jóvenes de la época nos lo pasábamos de mano en mano. Nos gustaba mucho a todos; era la antítesis de todo lo que nos decían en casa, en la catequesis, en el colegio. Y claro, era nuestro mejor aliado, su extensa superficie literaria era más grande que el salón de estar de casa, entre sus renglones nos sentábamos bien, nos sentíamos. Entre colegas, mejor dicho, entre mocosos nos veníamos arriba con un tipo que nos invitaba a hablar mal de Cristo, íbamos a colegios de monjas, a misa los domingos y a catequesis...

Me hice mayor, la dulce carita llena de granos adquirió las facciones de mujer, leí todos los libros de Nietzsche y además con gula. Diré la verdad, no puedo ni verlo, lo que hizo con Lou Andreas Salomé, la famosa carta, es de ser hombre de poca sabiduría. La amó, y al ser rechazado por ella, la puso a caer de burro, que dicen por Castilla.

Nietzsche tiene su mérito, nadie se lo quita, pero no consolaré jamás a ningún joven con ningún libro del susodicho. Soy íntima amiga de Lou y mientras esté con vida, lucharé para que tenga su lugar; a Nietzsche que le den por saco...

El tiempo no pasa para los libros, además son relámpago de lucidez, en verano siempre se agradece el agua. Hombre, un mojito también (sonrío con ironía), enciendo un cigarrillo y entre el humo escondo un poema para Rilke.