Hace unos días, el presidente de Francia, Emmanuel Macron (ungido por las élites mediáticas como la esperanza de futuro para la Unión Europea), publicaba un artículo en algunos periódicos continentales donde instaba a los ciudadanos a impulsar el renacimiento europeo, ante las elecciones al Parlamento del próximo mayo. Y tan revelador es lo que propuso como lo que no.

Como todos los partidarios de un gran Estado, sugería soluciones a partir de crear más burocracia. Por ejemplo, "proteger la libertad democrática" que amenaza los Estados del continente con? una Agencia Europea de Protección de los Democracias, ante los malvados bots rusos, además de "desterrar el discurso de odio en Internet" (la única manera de conseguirlo sería limitar la libertad de expresión y el uso de redes sociales, como gustan de hacer en China, Rusia, Irán u otros paraísos democráticos).

También proponía la creación de un salario mínimo europeo, porque "Europa no es una potencia de segundo orden, está a la vanguardia". Y aquí a uno le puede entrar la risa, sobre todo si lee declaraciones de emprendedores europeos, emigrados a otras partes del mundo, o estadísticas al alcance de cualquiera, donde se aprecia que Europa no es ya que no haya aportado innovación alguna en la explosión de Internet y las redes sociales, sino que en la lucha del futuro (la Inteligencia Artificial) el combate es entre China (que va por delante) y EE UU. Europa, ni está ni se la espera.

Finalmente, lo que se dejó: nada sobre mutualización de deudas o un seguro de desempleo europeo. Probablemente, porque Macron (como antes Hollande y, más antes, Sarkozy) ya ha asumido que Alemania y sus socios hanseáticos no contribuirán más, para pagar futuros gastos a los del Sur. Ante esto, no extrañará nada que los populistas sigan ganando terreno en los comicios de mayo.