Hablar del tiempo es el remedio disponible para evitar el silencio cuando dos personas no tienen otra cosa que decirse. Quizás se trate de una conciencia difusa de lo importante que en el fondo es el tiempo, heredada de cuando dependían de él las cosechas, o sea, la vida. Desde que existe un fluido mercado internacional de cereales el tiempo es menos importante, pero cuando llega un gran temporal, con sus inundaciones, o una ola de calor fuera de temporada, con sus incendios, el tiempo se hace notar, y no como tópico. Hagámonos a la idea de que esto será cada día más común. En el futuro habrá cada vez más razones para estar pendientes del tiempo, y no como recurso contra el silencio. Ese regreso del tiempo a nuestras preocupaciones nos devolverá el respeto directo a los dioses primarios de la naturaleza, los que había antes de que los convirtiéramos en alegorías y abstracciones.