Produce alegría saber que alguien que se lo merece es por fin reconocido. Este es el caso del arquitecto japonés Arata Isosaki, de 87 años, muy célebre en España desde que hace ya más de 25 años conocimos uno de sus edificios más singulares por esta parte del mundo: el Palau de Sant Jordi, donde todos disfrutamos, unos en directo y otros desde la tele, de aquellas cruciales y simbólicas olimpiadas de Barcelona 92.

La teoría de Isozaki está basada en la transitoriedad de todo, de las cosas, de la vida, quizás influida porque él vivió de niño la desaparición completa de Hiroshima después de los bombardeos a aquella ciudad: "ya que los edificios no van a durar para siempre, una de sus funciones hoy es complacer con su visión a quienes se relacionan con ellos, tanto por dentro como por fuera." O sea, que ya que ni nosotros ni los edificios vamos a durar para siempre al menos que sean bonitos para que disfrutemos de ellos mientras estemos en este planeta. Y eso es lo que él hace, edificios bellos, como por ejemplo el DOMUS de la Coruña.

Entiende que cualquier obra de arquitectura tiene que apoyarse en la historia, el contexto, en una filosofía, en general en todo lo que rodea a la arquitectura. En muchas de sus obras se nota que es un insular, ya que Isozaki nació en Ôita, en la isla de Kyushu, "una remota isla", como él mismo suele decir, reconociéndose como parte de una periferia que lo distanció de pensamientos centralistas y seguramente lo alentó a recorrer su propio camino de unión entre Oriente y Occidente, buscando diálogo y la colaboración entre ambas partes del mundo.

Eljurado del Pritzker destaca que Isosaki ha conseguido, con la aplicación de esos valores comentados, un estilo que le ha llevado a "no copiar meramente el statu quo" sino a esforzarse por lograr una arquitectura "con valor y significado", con visión de futuro, en la que interpreta el mundo de hoy a su manera, un estilo en constante evolución.

De su prolífica y versátil obra, me quedo con algunas de sus primeras obras: la Casa Nakayama (1964) y la Biblioteca de la Prefectura de Ôita (1966). De las más recientes destacaría la Academia Central de Bellas Artes de Pekín (2008) y el Centro de Convenciones de Qatar (2011).

Felicidades al jurado del premio Pritzker, porque han dado un premio justo a alguien que hace muchos años que merece este tipo de reconocimientos. Ahora que todos los medios de comunicación destacan las cosas que han determinado su trabajo me gustaría reivindicar la importancia de su insularidad, esa manera de mirar el mundo, desde la lejanía, solo la comprendemos los que hemos nacido en una isla, y entendemos su valor. Supongo que por eso también podemos destacar de él los grandes esfuerzos que ha realizado a lo largo de su vida para reconstruir físicamente su ciudad natal con edificios como Medicalita Medical Hall (1959-60), Annex (1970-1972 Ôita, Japón), y la arriesgada biblioteca de Oita. Insularidad que se nota en su forma de tratar los materiales que le rodean en cada lugar, en su forma de insertar los proyectos en el paisaje y en su cultura abierta a los demás, además de su constante flexibilidad y capacidad de adaptación a las exigencias del entorno. El mismo dice que "Para encontrar la forma más adecuada de resolver problemas, no podía detenerme en un solo estilo. El cambio se hizo constante, y, paradójicamente, este vino a ser mi propio estilo".

El jurado de Pritzker lo describe como "un arquitecto versátil, influyente y verdaderamente internacional, que, al poseer un profundo conocimiento de la historia y la teoría de la arquitectura, y abrazar la vanguardia desafió el status quo". Felicidades Isosaki.