Tenía un trabajo seguro. De esos que desde las abuelas se dice que son "para siempre". Se formó, se preparó concienzudamente las oposiciones y aprobó: ¡funcionaria del Estado! Dicho de otra manera: un sueldo cada final de mes sin grandes complicaciones, con un horario fijo y hasta la jubilación. Encima disfrutaba de viajes laborales con todos los gastos cubiertos. Su puesto estaba en Barcelona, aunque con destino al menos provisional en su tierra natal: La Palma.

Pero había un problema. De los grandes. Natalia es de las personas que se mueven por pasión. Por intuición. Que cierran los ojos y asumen riesgos. De las que casi nunca están conformes. Sí, detesta la zona de confort, allí donde son habituales los comportamientos rutinarios, evitando siempre miedos y ansiedades. Sintió que su trabajo tampoco acababa de satisfacerle, que con la crisis económica se encontraba con más miseria y pasó, de un día para otro, de ser funcionaria a convertirse en autónoma. Del yin al yang.

"La repostería ha sido mi pasión y dedicarme a ello es un sueño. Siempre he sido consciente de las dificultades y poco a poco he ido comprendiendo lo difícil que es ser autónomo, esa parte de los empresarios-trabajadores en los que casi nadie piensa, pero...", subraya Natalia.

Era (y es) técnico inspector en prevención de riesgos laborales. De esas personas que cuando visitan una obra, un negocio, el encargado o empresario se pone "firme". Ahora es repostera. Pero no una cualquiera. Abrió hace ya casi tres años un obrador con un reducido mostrador, una tienda donde el cliente puede ver a escasos metros cómo se trabaja, para demostrar, para demostrarse también a sí misma, que en la Isla se podía apostar por elaboraciones modernas, creativas, con productos de primera calidad. "Me esfuerzo cada día por ser mejor en mi trabajo", sentencia.

MiLele Bakery es un laboratorio. Para un amante de lo dulce como el cronista, es la casa de la perdición. Comes con los ojos. No es la típica dulcería donde te encuentras a la venta con las tradicionales milhojas o rollitos. Que también valen. Tampoco es una tienda de postres. Es totalmente distinto. Otra cosa. Una mezcla de calidad en el diseño y exquisitez en el sabor que alcanza un nivel superior de la repostería.

La Bakery se traspasa. ¿Salió mal la apuesta? "No, todo lo contrario. Hay una clientela fija, el producto gusta y es un negocio rentable, pero mi vida ha cambiado mucho en muy poco tiempo y busco nuevos horizontes". Lo primero que ha hecho es seguir formándose. Sí, no levantó el teléfono para solicitar su reincorporación al Cuerpo de Funcionarios del Estado. Al contrario, ha realizado una inversión económica considerable para formarse con los mejores: Le Cordon Bleu.

Se trata de una red de renombre mundial de instituciones de enseñanza dedicada a proveer el más alto nivel de estudios culinarios y de hostelería a través de programas de clase mundial. Le Cordon Bleu busca la perfección y el dominio de la técnica, y sigue evolucionando mediante la combinación de la innovación y la creatividad con la tradición. Natalia se estuvo formando en España, Francia y Alemania hasta lograr el diploma que la acredita como chef pastelera de la mejor "universidad".

"¿Volver a mi anterior trabajo? Pues no lo sé. Tampoco puedo decir que no. Ahora soy chef pastelera (sonríe), pero quizás mañana sea otra vez inspectora. Me metí en un sueño que he ido viviendo, aprendiendo, con cambios personales profundos y el futuro ya se verá". Así es Natalia. Por ahora.