"Poned algo bonito". Esa fue la instrucción que Martín Chirino le dio a su familia sobre la dedicatoria que debe aparecer en su biografía inédita, La memoria esculpida. Conversaciones con Antonio Puente, un viaje por la trayectoria artística, intelectual y humana del escultor escrito por el poeta y periodista Antonio Puente; director de comunicación de su Fundación de Arte y Pensamiento. Se trata de un libro "con el que estaba muy emocionado" y que se publicará próximamente, según confirman fuentes de la editorial Galaxia Gutenberg, el sello que edita las memorias del artista grancanario, fallecido el pasado lunes a los 94 años en Madrid. Estaba previsto que este volumen viera la luz en mayo, pero se adelantará, según revelan las mismas fuentes.

"Yo soy el hombre que, gracias a su obra, está hecho de una sola pieza. Pero también lleno de dudas", comenta a modo de legado vital el escultor ganador del Premio Internacional de Escultura de la Bienal de Budapest; el Premio Nacional de Artes Plásticas; el Premio Canarias de Artes Plásticas; la Medalla de Oro a las Bellas Artes, el Premio Nacional de Escultura de la CEOE; la Medalla de Honor del Círculo de Bellas Artes de Madrid y el Premio Artes Plásticas 2003 de la Comunidad de Madrid.

Testimonio

Las conversaciones que refleja La memoria esculpida. Conversaciones con Antonio Puente se fraguaron a lo largo de tres años, tanto en la residencia del escultor en Gran Canaria como en su casa madrileña de Morata de Tajuña. En este diálogo, el atista va desgranando la evolución de su pensamiento sobre la vida, en general, y el arte, en particular. Se trata de un testimonio cruzado que, a partir de su origen insular, tan determinante en su obra, se extiende a tres continentes: África, clave en la primera etapa de su formación; América, donde residió -a orillas del río Hudson, en Nueva York-, y Europa. Fue precisamente en Europa donde Chirino bebió de la vanguardias para erigirse en aventajado representante del grupo El Paso, "un oasis de informalismo en el páramo de la posguerra española", como recoge el prólogo del volumen.

Se considera "un estoico apasionado", convencido de que "sin pasión no hay vida" y "un solitario errante y cosmopolita", con el exclusivo límite al nomadismo perpetuo -Canarias, Nueva York, París, Madrid, etcétera- del taller, ubicuo y casi portátil, que "es, tal vez, mi único y verdadero hogar".

Desde el privilegio de la lúcida longevidad, el relato abarca desde la creación de su Fundación, en su ciudad natal, en marzo de 2015, a su exposición monográfica Martín Chirino en su Finisterre, en la galería Marlborough de Madrid, a principios de 2018, cuando el artista canario, a punto de cumplir entonces 93 años, participa con obra nueva, bajo el comisariado de Francisco Calvo Serraller, recientemente desaparecido.

Se cumplían 60 años de su primera individual, Los hierros de Martín Chirino (1958), donde el escultor de las emblemáticas espirales expuso su primer Viento. A modo de legado a su tierra, asevera en sus memorias que "al pasear por Las Canteras, la playa urbana de mi infancia en Las Palmas de Gran Canaria, me preguntaba cómo podría abrir el horizonte y pasar al otro lado. En cierto modo, lo he logrado". "Los que nos fuimos hemos sentido tanta incertidumbre y orfandad como los que se quedaron. Tanto Manolo Millares como yo mismo quisimos explorar nuestros orígenes insulares, y, de una forma un tanto fortuita, los encontramos en el exterior", aseguraba.

Con respecto a su obra, Chirino describía que "mi obra no es un gesto sino una presencia". "Se engaña quien piense que, por caminos de exquisiteces, voy a la evasión. Por eso, ella persigue la simplicidad, carente de adherencias y elementos postizos. Intenta fluir en el espacio creciendo desde dentro. Es orgánica en sus formas. No se desarrolla por aditamentos. Simplemente se muestra así, como es, por necesidad e ímpetu interno. En suma: con un mínimum de materia aspira a un maximun de espacio".

Además, "un cierto sufrimiento es consustancial al proceso creador. Es lo que los británicos llaman disconfort y que alude tanto a la disconformidad como al desasosiego. El dolor es el peaje que pagamos para alcanzar un bienestar y una armonía con nosotros mismos", añade. Por otra parte, admite que "soy muy templado, y no he tenido jamás grandes urgencias. He respetado el tiempo, para lograr la máxima empatía con los materiales. Nunca, ni en los momentos de mayor premura, he hecho ningún trabajo de hoy para mañana; una celeridad que hoy observo en todas partes".

Antonio Puente

ESCRITOR