El suicidio será pronto una salida existencial tan plausible como la de hacer oposiciones a Correos. Quizá lo sea ya secretamente. De hecho, es la primera causa de muerte violenta, por encima de la de los accidentes de tráfico. Es también de lo que fallecen mayormente los jóvenes. No se habla de ello porque hay un pacto implícito para que permanezcamos con la boca cerrada. En las últimas semanas se han suicidado dos personas más o menos cercanas a mí de las que nada han dicho los periódicos. Si dos automóviles chocan con el resultado de cinco muertos, la noticia aparece en la cabecera de todos los telediarios y se declaran tres días de luto en la localidad de los difuntos. Si alguien se tira por la ventana de un quinto piso, en cambio, el suceso se silencia.

¿Por qué?

No sabemos, no tenemos ni idea. Quizá, en nuestro subconsciente, consideremos que las víctimas de los accidentes de tráfico mueren por la industria del automóvil, es decir, por una causa que proporciona miles de puestos de trabajo directos e indirectos. Son muertos, en todo caso, que no nos dan vergüenza mostrar. Nos dan pena, claro, de ahí las campañas para reducir la siniestralidad asociada al sector. Los suicidios, en cambio, provocan todavía algo de turbación, como si percibiéramos que algo hemos tenido que ver nosotros en esas muertes. Si alguien se larga a toda prisa de este mundo, es porque no hemos sabido acogerlo, porque no se lo hemos puesto cómodo, quizá porque no le dimos otra salida.

Y aquí es donde volvemos al asunto del principio: la muerte como una vía de escape de una realidad sin horizonte. Se suelen citar como sus causas más próximas el desempleo, la depresión y las presiones sociales. Casi se pueden reducir a una, puesto que la depresión surge con frecuencia de la imposibilidad de trabajar. Curiosamente, cuanto menor es la oferta laboral, mayores son las coacciones del entorno, como si el parado fuera el responsable de su desgracia. Hazte emprendedor, le dicen los iluminados. Y se les obedece: el suicidio constituye ya una forma de emprendimiento, quizá la que más valor requiere. En fin, estaría bien que habláramos un día de esto, de por qué aumentan las tasas de suicidios, y de por qué las ocultamos. ¿Qué nos pasa con ellas?