La automoción fue en el pasado una de las prácticas laborales con mayor transmisión de conocimientos entre padres e hijos. No es el caso de Rafael, mecánico del Taller Venezuela, que a los ocho años empezó a interesarse por los motores sin que en su familia hubiera antecedentes directos que lo vincularan con el oficio habitado por los inconfundibles monos azules. "Había mucha más tradición por las carreras que por los coches", avanza el impulsor de un negocio ubicado en el barrio santacrucero de Las Delicias en el que también trabajan sus hijos.

"Se me daba mejor curiosear entre las piezas de un motor que los estudio", sostiene Rafael sin prever que esa iba a ser una respuesta similar a la que daría segundos después su hijo. "Nadie me obligó a aprender el oficio. Entré en él porque me llamaba la atención cómo funcionaban los motores", precisa Agoney sin ocultar que "este es un mundo que está evolucionando constantemente; que ha generado muchos cambios entre los propulsores de carburación y los híbridos", apostilla antes de dar el relevo a su hermana.

Asociado con las transformaciones que se están dando a diario en la industria automovilística, Yurena considera que una de las claves para mantener al día este negocio tiene una doble vía de financiación. "Si no inviertes dinero y tiempo en formación y en medios las posibilidades de continuar adelante se van a reducir porque hoy en días los coches han cambiado mucho", aclara al abrir una de las claves para entender las complejidades que tiene levantar un negocio desde el seno de una familia. "Todo está más complicado de antes. No solo por los índices de intrusismo que se dan en el sector, sino porque aquí no hay garantías de un horario cerrado y tampoco tienes una nómina fija... En el taller sabes cuando empieza una jornada, pero no en qué instante se va a terminar", resume Rafael en un punto de la conversación a tres bandas en el que sale a debate la conciliación. "Aquí siempre hay más tensión que en casa", añade Yurena mientras su padre justifica que eso es producto del trabajo que hay que sacar. "Uno cree que puede resolver una avería en unos minutos, pero si un tornillo da problemas se puede retrasar todo... Cuando conectas una centralita a un software lo puedes resolver en el paso A, B o C... o también te puedes comer todo el abecedario y llegar a la Z", describe un profesional de la automoción que prefiere cerrar el círculo laboral con los suyos. "Siempre es más sencillo tratar con ellos. Es verdad que en ocasiones el exceso de confianza puede provocar que abuses (ríe) de ellos, pero tranquiliza más saber que la empresa es de todos", confiesa en torno a la confianza que hay entre el personal del taller. "La excusa de que un familiar está enfermo no sirve, porque aquí te enteras enseguida si una nieta se pone mala", añade Rafael.

Esa complicidad es la que posibilita a los protagonistas de este reportaje leer en la mirada cuando hay un mal día. "Aquí es inevitable llevarte el trabajo a casa (o en su defecto hablar de él), no se pagan horas horas extras y los momentos de tensión hay que olvidarlos prontos", admiten sobre un día a día en el que trabajo y familia transitan por la misma autopista. "No ha sido un padre duro, aunque sí estricto. Pero eso se aprende en el taller", comentan Yurena y Agoney respecto a las tareas que se planifican de lunes a viernes.

Rafael

MECÁNICO / TALLER VENEZUELA