Romper lazos, romper relaciones, romper vínculos? muchos sabrán lo que eso significa y el dolor que supone. Pero existe una ruptura aun peor, aquella que se debe de hacer por obligación para con uno mismo, por la necesidad de recuperar la salud mental y el bienestar propio de cada persona. Separarse de alguien al que quieres porque es nocivo para ti, cuesta. Una parte de ti lo quiere, y otra, sólo recibe dolor. Pero, ¿y si además ese alguien es una figura de tu propia familia?

Romper lazos tóxicos, en general, es una situación muy complicada y larga en el tiempo, debido a que el problema surge cuando la relación ya está establecida y es sólo, tras el paso del tiempo, que nos damos cuenta de su toxicidad. Una parte estará enganchada hacia esa persona o hacia ese vínculo establecido, pero otra parte ha enfermado de forma real, habrá síntomas físicos y psicológicos, a los que daremos respuesta inicialmente hacia otros diagnósticos, hasta que al final y quizás de forma casual, nos haremos conscientes de la realidad. Esta relación no es sana para mí.

En función de la temporalidad, existen dos tipos de vínculos, aquellos que formamos a lo largo de nuestra vida adolescente o adulta, los vínculos relacionales. Y los que existen por nacer donde nacemos y tener la familia que tenemos, unos serán elegidos por nosotros y los otros nos vienen dados. Podremos haber tenido suerte, pero quizás no.

La norma común en las relaciones tóxicas es que tal tipo de toxicidad se mantiene en el tiempo, no es que ocurra en un momento puntual, no. Es algo que ocurre constantemente, no es una cosa única que ocurre de forma aislada, son varias demostraciones y que pueden variar en el tiempo, en forma o intensidad. Y no es la sensación de no sentirnos queridos por esa otra persona, es que directamente nos sentimos malqueridos o maltratados, en privado o en público. Son personas que instalan y fijan la angustia en el pecho del otro y no hay forma de que pueda irse mientras mantengas cercanía con esa persona. Te producen insomnio, te bajan la autoestima, te crean dependencia, te hacen sentir culpable, tienes miedo a cómo hablar por su reacción, no hay confianza, no hay comunicación, el afecto brilla por su ausencia, te hacen sentir que eres de su propiedad, que no tienes vida propia, te alejan de tus relaciones? ¿seguimos? Porque se pueden seguir enumerando consecuencias y todas y cada una de ellas hacen que nos sintamos tristes y lo peor, no sabemos por qué. Lo tenemos tan instaurado en nuestra práctica, que lo damos por normalizado y ¡cómo vamos a pensar que nuestra pareja! ¡nuestra madre! ¡nuestro hermano! por ejemplo, es el que nos produce tal malestar, pero, ¡acaso no es mi familia!

Pero qué pasa además si? ¿somos pequeños, y crecemos en ese entorno? Podemos imaginarnos a una personita que desde que tiene uso de razón recibe desprecios, descargan en él o ella la frustración, recibe maltrato, exceso de castigos, abusos, humillaciones, que si se le pega constantemente es porque se lo merece, que sólo recibe reproches, que vaticinan constantemente su futuro de forma negativa como por ejemplo "nunca vas a llegar a nada", entonces, ¿cómo crece ese ser humano? Lo triste es que normaliza esa situación, y piensa que el resto del mundo es así. Sólo cuando empiece a entrar en casa de otras familias y comparar las relaciones, podrá darse cuenta. Pero el daño ya está hecho. Los efectos psicológicos de ese maltrato ya han producido consecuencias en el desarrollo del cerebro y de sus conexiones nerviosas. Hay diferentes estudios que demuestran las consecuencias biológicas y psicológicas de esa situación tóxica en la infancia, demostrando en estudios post morten, entre otros, el no desarrollo normal de la amígdala en el cerebro. Como consecuencia, estas personas, tendrán problemas a nivel emocional, ya que la amígdala es el principal núcleo de control de las emociones y sentimientos en el cerebro, que controla asimismo las respuestas de satisfacción o miedo, las conductas sexuales, la respuesta de saciación, la agresividad, la memoria, y que, además, debido a su vinculación con el lóbulo frontal, también permite la inhibición de conductas. Si vamos leyendo, vendrán a la cabeza muchos ejemplos, y llegaremos a entender muchos comportamientos, ya sean propios, o de alguien que conozcamos. Entonces, ¿tenemos derecho o no a romper ese lazo? Claro que sí. Nos damos cuenta de que eso no es amor, es posesión, es dolor, es malestar, son lágrimas, angustias? Si alguien nos quiere, ya sea familia o pareja, ¿tiene que producir eso? ¿Es esa la consecuencia del amor? Pues no.

Si cada vez que te relacionas con esa persona, te sientes mal? ¿No te dice nada?

Al principio costará porque te ha creado una dependencia muy grande y no lo ves. Pero sólo hay que escuchar al cuerpo, observarse y ver cuáles son las reacciones que tienes ante esas situaciones, verás que el malestar perdura en los días posteriores, te culpas, le das vueltas? Entonces, ¿a qué esperas?

Da igual cuánto lleves, da igual qué vínculo sea, tu vida es tuya, y tienes derecho a elegir con quién te relacionas, con quién vives, cómo se te trata. Tienes derecho a decir no, a decir "hasta aquí", tienes derecho a decir lo que sientes y cómo te sientes, y si no te entienden y siguen haciendo lo mismo, pues adiós? Si ves que no puedes aun sabiéndolo, que hay algo que te tiene preso, pide ayuda, busca apoyo, porque eso sólo significa que sus tentáculos llegaron profundo y te tiene bien agarrado, sal de ahí. Ten cuidado que la culpa no se instale, recuerda que era una manipulación que ha hecho la otra persona, no es tuya, tú sólo estás pensando en estar bien y alejarte de alguien que no es bueno para ti, y que además lo sabe, aunque no lo exteriorice. Entonces, no tengas miedo, piensa, ¿qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué vas a ser más feliz?

*Psicóloga y terapeuta

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