En su biografía Agus Morales (Barcelona, 1983) se define como "escribidor", mal escritor. Una declaración de intenciones del camino que le queda por desarrollar en sus crónicas. Desde sus comienzos profesionales con una beca en la agencia Efe, descubrió la elipsis que conecta el escrutinio con lupa de lugares remotos con las grandes historias que están cambiando el mundo. Su ponencia en la novena edición de Tecnológica Santa Cruz mostró que obligar al pago para acceder a contenidos de calidad es más fácil cuando se trata de periodismo comprometido.

¿Por qué fundan una revista de "crónicas de larga distancia"?

Hace cuatro años un grupo de periodistas que cubríamos información internacional pensamos que era interesante y necesario un espacio que cubriera este género. Apostamos por el formato de revista como medio de comunicación ya que nos permite presentar tanto las historias humanas que nos estábamos encontrando como su contexto. Además, queríamos tratar temas más alejados del espacio más eurocéntrico. Historias de África, Asia, Oriente Medio, etc. Con este fin nos hemos apoyado en la fuerza de la crónica, el periodismo narrativo, y la fotografía. Detectamos que en algunos medios de comunicación no estaba tenido tanta fuerza y estaba dejándose de lado. Con estas premisas decidimos lanzarnos.

¿La crónica gana presencia en internet por no tener limitaciones de espacio?

La extensión no siempre es sinónimo de profundidad, pero hay veces que se necesita más espacio. Aunque publicamos crónicas de unas 3.000 palabras, cuando la historia lo merece, al no contar con limitaciones de espacio, podemos contar esas historias. Obviamente también hacemos una cuidada selección de la fotografía y está funcionando muy bien la utilización de declaraciones de audio. Si hay un testimonio de una persona muchas veces la aprovechamos para incorporarla de forma que todo se enriquece y complementa: el texto, las fotografías y el sonido.

¿Qué criterios siguen para publicar crónicas de países tan alejados de nuestra actualidad?

El primer criterio es que una buena historia es una buena historia en todo el mundo. Da igual si se produce en Tenerife, Barcelona, o Sudán del Sur. En ese sentido no tenemos limitaciones geográficas. Lo que sí es cierto es que lo que intentamos es dar una visión geográfica diferente a la que pueden dar otros medios. No creo que sea ni mejor, ni peor. Simplemente hay muchos medios que trabajan muy bien y que están centrados sobre todo en capitales occidentales. Nosotros siempre intentamos explotar la experiencia que tenemos al desarrollar nuestro trabajo. Si hay una persona que conoce muy bien Pakistán, por poner un ejemplo, y tiene una buena crónica, estamos encantados de contribuir a crear una masa crítica de lectores que conozca mejor países que nos pueden resultar lejanos.

Distantes en el mapa y cercana la lupa periodística que presenta una realidad social de una región.

Uno de los problemas a los que nos enfrentamos es contar pequeñas historias con grandes explicaciones. A partir de una historia individual intentamos universalizarla. No sólo contamos la historia de la refugiada siria que ha huido a Turquía, sino que también intentamos explicar en qué contexto se produce. En este caso, el contexto geoestratégico de la guerra de Siria.

¿Cómo se consigue ofrecer ambos puntos de vista?

Creo que es algo fundamental que las crónicas tenga diferentes capas de lectura. El periodismo desde luego tiene que tener una crónica que presente un mensaje claro. No puede ser que caigamos en la confusión y que obstaculicemos que el lector lo entienda. Eso no tiene que ser un impedimento para que también tenga diferentes capas de profundidad, como lo tienen grandes libros y películas. Por eso siempre intentamos que haya segundas. o terceras lecturas que permitan por un lado que alguien que quizás no está tan avezado en el tema pueda entender las ideas básicas y que también alguien que pueda conocer el tema más de cerca, pueda profundizar más.

¿El periodismo va a cambiar el mundo?

Muchas veces tenemos ese discurso un tanto romántico, o incluso inocente. La experiencia de todo reportero que ha trabajado en cualquier lugar del mundo es que muchas veces cada crónica es un fracaso en el sentido de que no consigue cambiar las cosas. En la revista pensamos al mismo tiempo que cada una de estas crónicas está la semilla de la transformación. Hay elementos de descubrimiento de una realidad. Puede ser la semilla de una denuncia, una historia pedagógica... Digamos que tienen la potencialidad de que las cosas puedan cambiar.

¿Solo pueden renacer estas historias en medios pequeños?

No, para nada. Hay grandes periódicos, como The New York Times, que realiza una cobertura impresionante en todo el mundo. El problema creo que está en el criterio editorial. En ocasiones se debe a que no apuestan por estas historias. En otras, se están mezclando crónicas muy bien trabajadas con otro tipo de contenidos que buscan simplemente pulsar más la excitación para generar audiencia. En todo el mundo están surgiendo muchos medios que apuestan precisamente por este tipo de historias. Lo hacen porque hay un hueco. O bien otros no lo han hecho, o bien porque no ha sido en la medida suficiente.

¿Cómo se financia la revista?

Más de un 70% de nuestros ingresos vienen de suscripciones y de ventas. Todas las personas que pagan una cuota anual tienen acceso a la web y les enviamos una revista-libro, de edición anual, a sus casas. Por otro lado tenemos ingresos de las personas que compran en librerías e internet revistas y libros que editamos. Es nuestra principal forma de financiación. Esto provoca que al examinar la difusión de una crónica nos fijemos en el número de personas que se han suscrito para leerla en lugar del número de visualizaciones que genera. Es una forma de cambiar el chip que nos está funcionando. Sabemos que hay que diversificar las fuentes de ingresos, como todos los medios de comunicación, pero estamos contentos de que sea el público quién sostenga el proyecto.

Conseguir que se pague por información no es fácil en España...

La mayoría de suscriptores son de España y también hay bastantes en latinoamérica. Es más habitual en el mundo anglosajón, pero se va imponiendo esta tendencia poco a poco. No sólo en nuevos medios, sino también en tradicionales. Muchos de ellos van a apostar por el muro de pago. No tiene por qué ser necesariamente mejor o peor, pero pienso que hay que tener un criterio editorial para que tenga sentido. Hay que tener una mirada al futuro y hacer una apuesta por la calidad. Si se hace, cada vez habrá más gente que va a querer pagar por esa información.