La felicidad está en uno mismo y va con la naturaleza del ser humano, según asevera el mediático y controvertido psicólogo Rafael Santandreu. El autor barcelonés ha regresado al Archipiélago en estos días, donde reconoce sentirse especialmente a gusto, para divulgar su pensamiento.

"Ser feliz y tener éxito en el trabajo" se ha denominado su reciente ponencia en Tenerife y Gran Canaria. ¿Hay una fórmula mágica para cumplir la proposición que nos plantea?

La hay. Tendría tres factores. Uno, dejar de tener miedo. Dos, activar el disfrute. Y tres, relacionarse bien con los demás. Nadie necesita un trabajo para ser muy feliz. Tenemos la fortuna de vivir en el primer mundo, donde nadie se muere de hambre ni de ser. La mayor parte de la gente entiende que el trabajo es una maldición y que solo lo hacemos por dinero. Cuando tienes esa mentalidad, dilapidas la posibilidad de disfrutar. Creo que en términos de felicidad da igual estar en la playa que en la oficina. Las cosas divertidas que hace el ser humano las fabrica él.

Alejar la labor profesional de lo que solemos concebir como momentos felices suele ser habitual. ¿Por qué cree que sucede? ¿Tiene que ver con la competitividad de nuestra sociedad?

La sociedad se basa en un lema: cuanto más, mejor. Eso es un gran error porque la naturaleza no sigue ese principio, al contrario: sigue el principio del equilibrio o la homeostasis. De hecho, el hombre moderno, si quiere dejar de ser neurótico, ha de emplear mucho más el verbo renunciar. La renuncia es la vía directa a la salud mental. Hay que renunciar a todo lo que la vida te puede hacer renunciar: a la salud, al amor, a tanta seguridad que crees que necesitas... Debes darte cuenta de que esos bienes nunca los has necesitado. Eran ficciones. Hemos de aprender a distinguir bien entre deseo y necesidad. Esta bien desear, pero siempre y cuando no los transformes en necesidades absolutas. Una necesidad ya es una carga. La gente se hace infeliz a sí misma.

Infiero que detesta el atrezo que rodea nuestra vida. ¿Es usted anticapitalista?

Sí. El capitalismo exacerbado llevará al planeta a la destrucción ecológica y también a la salud mental de la gente. Es megaexigente, creciente y no tiene freno.

Muchos han tratado de definir la felicidad. ¿Cuál es la suya?

La felicidad es un estado mental en el que uno está encantado de haberse conocido, encantado de conocer al resto de la realidad, se ve el mundo como una fuente de abundancia y de posibilidades maravillosa y se vive con un gran sosiego y curiosidad.

¿Es subjetiva e intrínseca? Vemos muchos ejemplos en la televisión, redes sociales y demás que relacionan ciertos patrones comunes con la felicidad.

Hace poco leía en un periódico que un organismo internacional medía la felicidad de los países. Salía que Dinamarca, Noruega o Finlandia eran los países más felices. Cuando ibas a cómo habían establecido ese índice, era según la bonanza económica y las comodidades que tenían. Eso es absurdo. Esos mismos países están a la cabeza en cuanto a suicidios. La felicidad solo surge cuando dejamos de quejarnos y valoramos lo que nos rodea de manera radical. Eso lo puedes hacer en la India o en Dinamarca. Una vez cubiertas las necesidades básicas, que son el agua y la comida del día, la felicidad es algo que está solamente en tu mente.

¿Entiende que hay más personas proclives a ella que otras?

No, es por la educación a la que han estado sometidas. Todos los animales tenemos una capacidad para la felicidad enorme. Eso ya lo dijo Charles Darwin. Él ya se preguntó, ¿cómo es que nosotros -los humanos- no lo somos? Y dijo, por que no vivimos de manera natural. Nos hemos metido encima toda una serie de necesidades inventadas que hacen la vida muy difícil, con una presión exagerada.

¿El raciocinio va en nuestra contra, debido a que se calcula y piensa demasiado las cosas?

El raciocinio, la imaginación y el pensamiento pueden elevar la felicidad por encima de la que tienen los animales o pueden hacerla desaparecer y hacer crear la infelicidad, dependiendo de cómo los manejes. Nosotros somos el único animal que puede tener experiencias extáticas, de felicidad inconmensurable. Mal manejados, esos pensamientos te pueden llevar a ese comportamiento único en los humanos, el suicidio.

¿Cree que los españoles somos muy quejicas en el día a día?

Lo somos extremadamente, pero como lo son en todos los países del primer mundo. Esto va en contraste con los países del tercero, donde pese a tener muchas menos comodidades, son mucho más felices que nosotros.

Usted ha acuñado términos como terribilitis y necesititis.

La terribilitis es la tendencia a decirnos que cualquier adversidad es terrible: el fin del mundo, la guerra nuclear. Cuando entras en terribilitis te vas a quejar del tráfico, de tu mujer, de ti mismo y es horroroso porque tienes un sistema emocional fatal. La necesititis es la creencia de que necesitamos mucho para estar bien: estar delgados, tener un buen trabajo, pareja, haber viajado, ser extrovertido y 10.000 cosas más. Como falles en una sola, eres un fracasado. Ambas causan mucho temor, depresión, nervios, estrés, ansiedad...

Usted aboga por aceptar al prójimo. ¿A todos?

Sí. Eso sería lo ideal. Pienso que el corazón auténtico de todas las personas es bueno, pero es verdad que en el proceso educativo la gente se vuelve loca o se confunde. Pensando que la gente es mala por naturaleza, odiándolos y buscando venganzas no aportas nada bueno.

No cree entonces en la sentencia homo homini lupus de Hobbes.

No. La demostración es muy fácil: una visita a cualquier guardería del mundo desvela que no hay maldad alguna en los niños. Esa es la auténtica naturaleza del hombre.

Usted ha hecho referencia algunas veces a lo que denomina amor sanador. Con respecto a ello, ha mentado al genocida Adolf Hitler o al asesino José Enrique Abuín, alias El Chicle. ¿Se pueden o podían haber reinsertado en la sociedad con su pócima?

Quizás, sí; quizás, no, pero lo más inteligente es seguir intentando curar a ese tipo de psicópatas porque el día que encontremos la cura, realmente nos hallaremos muy cerca de extirpar el mal sobre la tierra. La manera de hacerlo es estar abierto a investigar y a transformar a esas personas. La idea de querer erradicarlo a base de matarlos o encerrarlos en la cárcel de por vida se ha demostrado que no baja los índices de criminalidad. Es más, hasta aumentan. Estados Unidos es el país con más población carcelaria del mundo y donde más crece el crimen.

Empero, la reincidencia está ahí.

Encerrar a la gente en la cárcel y tirar la llave, aunque parezca increíble, hace aumentar el número general de delincuencia en un país. En Finlandia, donde hacen todo lo contrario, la delincuencia no para de bajar. Las personas que están en desacuerdo con mis tesis, en realidad tenemos el mismo objetivo: disminuir la delincuencia.

Nada es tan terrible es su último libro. En particular, ¿qué nos podemos encontrar en él?

Hablo más sobre la ansiedad, que es uno de los problemas más serios que tenemos en salud mental. Doy el mensaje, y creo que llego a demostrarlo, de que se puede superar cualquier trastorno de estrés o de ansiedad sin fármacos. Aunque parezca paradójico, los fármacos al principio te alivian, pero luego te hacen una persona más estresada y ansiosa.

¿Qué relación mantiene usted con los psiquiatras?

Digamos que me ignoran y creo que es una buena estrategia por su parte. Es mejor no dar publicidad a la otra parte. Los psiquiatras defienden sus empleos. Se venden por un plato de lentejas. Si no existiesen los psicofármacos, el trabajo de la psiquiatría se reduciría a un 5% en la actualidad. Sobrarían el 95% de los psiquiatras. ¿Están dispuestos a ello aunque vean la verdad de lo que están haciendo? La respuesta es que no. Defienden un lobby que en estos momentos está haciendo mal su trabajo.