Una talla de la virgen de la Inmaculada Concepción, que fue propiedad de un masón socialista, custodia los retratos de dos fusilados por sus ideas en la sala de un hogar ateo y republicano de La Orotava. En un antiguo sillón, junto a un gran espejo, descansa una mujer que renunció a la fe católica a los 90 años: María Luz Luis Illada, villera, republicana y apóstata orgullosa.

María Luz tiene ahora 92 años y aún se emociona al recordar las ejecuciones de sus tíos Lucio y Manuel Illada Quintero, en el año 1940, y los esfuerzos baldíos que hicieron su madre y otros miembros de su familia para evitar ambos fusilamientos.

Lucio era un conocido líder político y sindical en La Orotava. Su hermano menor, Manuel, era maestro y vocal en la primera ejecutiva de la Agrupación Socialista villera. Ambos fueron detenidos y encarcelados tras el levantamiento militar del 18 de julio de 1936. Pasaron por los barcos prisión de Santa Cruz y desde allí fueron deportados a Villa Cisneros, en el antiguo Sahara español, donde protagonizaron una fuga de película junto a otros 21 presos políticos. Al finalizar la guerra civil, ambos fueron acusados de rebelión.

A Lucio lo fusilaron el 13 de enero de 1940. "Mi madre viajó a Madrid para intentar que le conmutaran la pena, y le dieron esperanzas, pero cuando llegó a Tenerife ya lo habían fusilado", recuerda emocionada María Luz, que entonces tenía 13 años. A su tío Manuel lo encarcelaron en Paso Alto, pero allí hizo labores de oficina y ejerció como maestro de varios soldados. Su familia tampoco pudo evitar su ejecución, que se produjo el 9 de noviembre de 1940, una semana antes de que ella cumpliera 14 años.

"Nos contaron que los soldados que fusilaron a Manuel no le dieron ningún tiro mortal -explica-. Creemos que le conocían, que fueron sus alumnos y que ninguno quiso ser el responsable de su muerte. Al final tuvieron que darle el tiro de gracia".

Dos pequeños retratos de Lucio y Manuel Illada presiden el salón donde María Luz conserva la virgen que su abuelo materno, Emiliano Illada, recibió en herencia de un amigo masón. Desde entonces, esta familia ha conservado la talla "como la obra de arte que es, no por su sentido religioso".

Durante un tiempo, la virgen estuvo en casa de sus abuelos paternos, que sí eran creyentes, y se la prestaron a los militares del cuartel de San Agustín. Les costó recuperarla, pero su madre insistió mucho para que la virgen de los fusilados volviera a su hogar ateo y republicano.

La iglesia no gozó nunca de buenas referencias en casa de María Luz. "Mi tío Manuel fue el primero que se casó por lo civil en La Orotava y la familia de su mujer nunca se lo perdonó. Aquello se consideraba delito después de la guerra. Si todo siguiera igual, ahora tendrían que fusilar a más de la mitad de la gente", ironiza.

La madre de María Luz siempre se negó a que sus hijos fueran a una escuela franquista y religiosa: "No nos mandó al colegio, nos enseñaba ella en casa y también fuimos a academias de personas que enseñaban en su vivienda, como un contable muy bueno que estaba en arresto domiciliario".

María Luz confiesa que nunca ha tenido sentimiento religioso, "pero cuando era joven no me perdía la misa de los domingos. Era la manera de salir, ver a las amigas y pasar un rato en la plaza. Eso sí, las misas me parecían pesadísimas y los sermones siempre me resultaron increíbles. Me daban ganas de contestarle al cura".

En 2017, junto a su sobrina nieta María, decidió renunciar a la fe católica, con 90 años y sin haber hecho la primera comunión, se convirtió oficialmente en apóstata. Aclara que fue una decisión personal y no una muestra de anticlericalismo radical: "Yo respeto a todo el mundo, respeto todas las creencias e ideas políticas y religiosas. Hice ese trámite por coherencia, pero sigo siendo la misma".

Hoy se celebra una festividad política y otra religiosa: cada 14 de abril se conmemora la proclamación de la II República en España, y este año esa efeméride coincide también con el Domingo de Ramos. María Luz espera salir hoy a comer, con la bandera republicana a cuestas, y lamenta que su fiesta haya coincidido con el inicio de la Semana Santa: "Con la iglesia hemos topado, pero tampoco vamos a dejar de celebrar este día".

Se acercan las elecciones y esta nonagenaria villera se confiesa "desconcertada" con el auge de Vox, partido al que sólo dedica una interjección: "¡Uf!".

"Tengo muy claro a quienes no voy a votar, pero Podemos me ha decepcionado mucho. Cuando aparecieron pensé: ¡qué bueno! Pero me esperaba algo diferente. Me han fallado a mí y a otra mucha gente", critica.

Tras vivir parte de su infancia en la II República, una guerra civil, 40 años de dictadura franquista y 40 años de monarquía parlamentaria y constitucional, María Luz considera que la segunda república "fue un poco trafullera, con demasiados cambios y demasiados gobiernos. Su error estuvo en la desunión de la izquierda y, tantos años después, no hemos aprendido nada".

No ve posible por ahora una III República porque "la derecha nunca apoyaría el fin de la monarquía, así que el rey Felipe VI estará ahí mientras quiera estar".

Se declara a favor de la eutanasia; defiende los matrimonios entre personas del mismo sexo, "porque cada uno es dueño de su persona", y se posiciona "en contra de todos los que prohíben todo".

Pese a la dura historia de su familia, no guarda rencor a nadie: "El rencor no sirve para nada. ¿De qué me hubiera servido la venganza? No se devuelve la vida a un hombre matando a otro".

A sus 92 años, administra su propia cuenta de Facebook. "Veía cosas que estaban mal y empecé a comentarlas ahí y se convirtió en mi vía de escape. Me gusta empezar los comentarios con la frase a vivir, que son dos días, porque a mi edad, cualquiera sabe lo que voy a durar. No pienso más allá; no creo en nada de eso, así que cuando me toque, me iré al hoyo y ya está. Lo único que siento es morirme con un gobierno de derechas en España", concluye entre risas la sobrina de Lucio y Manuel Illada, villeros de honor, a título póstumo, desde 2010.

María Luz Luis Illada, de 92 años, aún se emociona al recordar las ejecuciones de sus tíos Lucio y Manuel Illada Quintero, en 1940, y deja claro que los que vencieron jamás la convencieron.

"Lo único que siento es morirme con un gobierno de derechas en España"