La primera casa de acogida se puso en marcha hace 36 años. Fue el proyecto Guajara. Desde entonces, Cáritas no ha dejado de atender a miles de personas sin hogar que necesitaban un sitio donde vivir. Hoy cuenta ya con siete iniciativas de acogimiento solo en la provincia tinerfeña. Gracias a esta potente red, en 2015 fue capaz de atender a 494 personas. En los últimos tiempos ha comprobado que la crisis ha cambiado el perfil del usuario -ahora acuden los "expulsados" de la clase media- y ha hecho más importante su labor. Sin embargo, a pesar de ello, la organización reivindica la vivienda social frente al modelo de albergues o casas de acogida. Y explica por qué: "Es una medida de prevención".

"En Canarias no hay una bolsa de vivienda para atender las necesidades de la gente. Por eso la gente acaba ocupando casas ajenas, porque si están en paro o cobrando una pensión no contributiva no pueden pagar un alquiler", explica José Antonio Díez, coordinador de Programas de Inclusión Social de Cáritas.

La crisis ha cambiado el tipo de usuario y ha incrementado la demanda. Esos factores obligan a repensar el modelo, pero también el hecho de que en el Archipiélago la pobreza es un problema estructural y no coyuntural. Antes acudían muchos "crónicos", pero ahora hay un "perfil más normalizado". Es decir, ciudadanos que nunca pensaron que dependerían de las ayudas sociales y a los que el desempleo les cambió la vida. "Estas personas, con una ayuda económica más elevada y más constante, podrían salir adelante fácilmente. Cuando llegan no tienen adicciones ni problemas mentales, y eso es muy importante", explica el responsable de los programas de inclusión.

Los hombres siguen siendo mayoría. El 80% de los usuarios son varones. Tienen entre 45 y 58 años y han estado cotizando en sectores como la construcción y la hostelería. "Pierden el trabajo y la larga duración hace el resto. Acaban quemando las redes familiares y llega un momento en que no tienen ningún tipo de ayuda familiar. Es frecuente que se rompan los matrimonios y que los hombres acaben acudiendo a nosotros y las mujeres vuelvan a casa de sus padres con los niños", relata.

El desempleo de larga duración está funcionando como antesala de la pobreza. En estos casos, el tiempo es fundamental. Es importante que consigan salir lo antes posible, pero la crisis está haciendo que los procesos sean cada vez más largos. Se trata de personas que nunca habían usado los servicios sociales y es fácil que la desesperación las haga caer en adicciones o tener problemas mentales.

Muchos de ellos acaban en Café Calor, el servicio de emergencia de Cáritas. Se ubica, desde que se creó en 1994, en la avenida de Bélgica, en Santa Cruz. Se trata de una casa con 25 plazas que solo da alojamiento nocturno. Cuando se intentó abrir un nuevo albergue en la capital, los vecinos de la casa defendieron el modelo de Cáritas.

La ampliación de la Prestación Canaria de Inserción ha hecho que baje la cifra de demandantes, pero es un dato "falso". "Ya sabemos que la Renta Activa de Inserción (RAI) y la PCI no permiten que se estabilicen. Muchos volverán a tener problemas". El problema de la ayuda es que es muy reducida para poder sufragar un alquiler. "Muchos propietarios directamente les niegan el acceso porque no se fían de que puedan pagar". Eso está generando un negocio de alquiler de habitaciones que tampoco permite que estas personas dejen atrás esta situación. "Les están pidiendo 200 euros por un cuarto. Encima, como no firman un contrato de alquiler no se pueden empadronar y no se les asigna médico en el centro de salud que les queda más cerca".

A ello se une la corta duración de las ayudas. "Necesitan un apoyo institucional que les ayude a estabilizarse". No es extraño que los afectados se "independicen" de Cáritas durante unos meses, pero acaben regresando.

Muchos de las víctimas de la crisis se han pasado hasta veinte años cotizando, pero se quedan en paro antes de cumplir los 55 y cuando se les acaba no encuentran salida. "El endurecimiento de los requisitos para acceder a las prestaciones no ha ayudado en nada", explica el responsable.

Aunque en los pisos y centros de esta ONG hay menos mujeres, estos problemas también les afectan a ellas. El equipo de Cáritas ha constatado un aumento, especialmente de jóvenes de "18, 20 y 22 años", sin recursos y que muchas veces arrastran problemas de salud mental. En la actualidad la organización cuenta con tres proyectos exclusivos para ellas.

La principal diferencia entre Café Calor y el albergue es que el primero no tiene personal de seguridad y no acepta a todo el mundo. "Deben venir en buen estado, nunca bajo la influencia de alguna sustancia". Muchas noches solo hay un voluntario en la casa. "Aquí tenemos gente menos problemática y hay una dinámica más hogareña: ellos se encargan de hacer la comida e, incluso, cuando hay un grupo estable durante un tiempo, les dejamos que hagan la lista de la compra. Ahora tienen incluso un huerto urbano. Al final asumen que tienen que convivir". Café Calor, que dispone de 25 plazas, acogió a 121 personas en 2015. Además de esta casa de acogida, Cáritas tiene otros servicios de alojamiento destinados a distintos perfiles y que dan una atención más integral.

Díez sabe que hay muchas personas sin hogar que rehúyen el albergue. Se sienten inseguros. Sin embargo, destaca el cambio de este servicio durante los últimos tiempos. "Ahora nos ayudamos entre nosotros. La coordinación ha hecho que haya menos gente en la calle".

Así y todo, a pesar de la función del albergue y todos los servicios de alojamiento, Cáritas cree que "urge" una política de vivienda de alquiler social real.