Yeray Quintero tiene casi 30 años y una de sus aspiraciones vitales es que una expareja le reconozca la paternidad de un niño de siete años. Pero este joven santacrucero está en medio de un laberinto burocrático y judicial para el que no ha encontrado aún la recta de salida. En estos momentos, vive gracias a su actual pareja, en un lugar de Tenerife que prefiere no revelar, porque explica que está en busca y captura para ingresar en prisión. Pero no quiere volver a pasar por la experiencia de entrar en la cárcel, ni siquiera por varios meses o pocos años. Y, además, carece de documento nacional de identidad (DNI), por lo que, por ejemplo, ni puede acceder a un trabajo, ni sacarse el permiso de conducir, ni ir al médico ni entrar en un lugar público en el que le pidan la documentación. La vida de Yeray fue complicada desde niño, pues tuvo que crecer sin padre ni madre. Pero a los 23 años adoptó una serie de decisiones que, junto a las denuncias de su expareja, lo llevaron a su actual realidad. Tenía trabajo y una pareja estable. Relata que, cuando su novia se quedó embarazada (de forma deseada, aclara), no supo afrontar la situación y surgieron problemas entre ellos, por lo que se separaron.

Su expareja llegó a denunciarlo en dos ocasiones por acoso y la autoridad judicial dictó orden de alejamiento, por lo que el joven santacrucero no podía aproximarse a la que fue su novia. Tras incumplir esa medida, fue detenido. Y señala que la incumplió en una segunda ocasión, cuando se enteró de que su hijo se hallaba gravemente enfermo e ingresado en un hospital. Llegó a estar 18 meses en prisión por vulnerar la medida preventiva. Desde ese momento inició su particular "descenso a los infiernos". Perdió su puesto de trabajo en una empresa de distribución comercial, se quedó sin vivienda y, además, se sintió abandonado por sus amigos. Respecto a sus familiares biológicos, algunos de los cuales viven en El Hierro, explica que "los eché a un lado".

Asegura que, durante un tiempo, vivió como ocupa en una casa abandonada en el barranco de Santos. También residió en el albergue municipal de la capital tinerfeña, acudió al centro "Café y calor", dependiente de Cáritas, y a un comedor social de la calle La Noria.

Ese proceso conllevó un hundimiento moral y no "tener ganas de ir a nada, ni de vivir". Explica que, al no tener domicilio conocido, no fue localizado por el personal del Juzgado para que acudiera al primer juicio, ni a los siguientes. Ante dicha circunstancia, primero se decretó su orden de busca y captura. Y, posteriormente, su requisitoria de búsqueda e ingreso en prisión.

Un abogado de Cataluña, que actualmente colabora con Yeray Quintero, explica que, tras ser denunciado en varias ocasiones, la autoridad judicial lo ha condenado en dos ocasiones y lo ha absuelto en otras tantas. Dicho letrado aclara que, si este joven tinerfeño tuviera un buen abogado penalista que lo ayude, su situación podría empezar a mejorar.

Yeray dice que sufre problemas de salud, como una úlcera gástrica y una hernia discal. Pero no puede acudir a los médicos ni comprar fármacos con receta de la Seguridad Social, por sus problemas de documentación. Reconoce que, aunque algún día consiga su objetivo de reencontrarse con su hijo y poder verlo periódicamente si llega a reconocérsele su paternidad, no será una realidad fácil de afrontar y admite que requerirá la ayuda de un psicólogo que lo oriente para poder aproximarse a ese menor. Tras esa espiral de "clandestinidad" y de "bloqueo" en su desarrollo personal, Quintero asegura que aspira a "poder dormir tranquilo, a no tener miedo cuando escucha la sirena de un coche de Policía, a pasear tranquilo por un parque o a sentarse en un restaurante en cualquier lugar, no en una esquina para ver quién entra y quién sale".