Los vientos de cola que han empujado la economía en los últimos años comienzan a amainar, advierte Juan Carlos Ureta. El presidente del banco de inversión Renta 4 ve con preocupación cómo en algunos puntos de España se reproducen los comportamientos que dieron lugar a la burbuja inmobiliaria, aunque entre ellos no está Canarias.

Ha alertado de incertidumbres en el escenario financiero.

La principal es todo el proceso de normalización monetaria, que el mercado está subestimando. La Reserva Federal de EEUU ya ha empezado a subir tipos y a quitar liquidez del mercado y el Banco Central Europeo (BCE) ha anunciado que a finales de este año dejará de comprar los bonos mes a mes y a subir tipos a finales de 2019. El BCE tiene el 23% de la deuda pública española, 240.000 millones de euros, y 350.000 millones de deuda pública italiana. ¿Quién va a comprar deuda pública italiana cuando el BCE deje de hacerlo? Ese proceso tendrá un cierto impacto en la economía real, pero sobre todo tiene un componente de desestabilización financiera muy grande. Luego, nadie sabe muy bien lo que va a hacer Donald Trump, estamos viendo el final del modelo Merkel-Draghi en Europa... A veces a los que trabajamos en el sector se nos olvida que los problemas de las bolsas no empiezan en las bolsas, sino en los mercados de crédito, como los de la economía. Ha habido una época en la que se ha inyectado liquidez, oxígeno para la economía, y se han bajado los tipos, y ahora empieza otra en la que se retira oxígeno y se suben los tipos, en una economía que, además, tiene mucha deuda.

¿Cómo puede afrontar esa situación el inversor español?

Una parte de nuestros colegas piensa que el discurso debe ser que todo va a ir muy bien y que no hay ningún riesgo para que el inversor pueda ganar dinero. No: los riesgos son los que son y hay que gestionarlos. En un entorno de riesgos se puede ganar dinero si se invierte bien.

¿Quién comprará esa deuda española o italiana cuando el BCE deje de hacerlo?

Pagando estos tipos de interés actuales, nadie; subiéndolos, sí. Si yo estoy tomando riesgos no quiero que me pague usted el 1% a diez años. Eso lleva a una cosa que se llama ampliación de las primas de riesgo, a una cosa que se llama 2012.

¿Cuál es el riesgo de un crecimiento económico tan basado en la deuda como es el actual?

No es sostenible. Primero, porque cuando suben los tipos la deuda es más cara. Pero hay un aspecto muy importante que se comenta poco: la deuda estimula el crecimiento hoy, pero lo limita mañana. Lo que compro hoy con deuda no lo voy a comprar mañana. En el plano puramente financiero, cuando tienes muchísima deuda, como la economía española -aunque algo se ha mejorado en las familias y las empresas, no así en el Gobierno-, y los tipos empiezan a subir y el mercado de crédito empieza a ser menos generoso, empiezas a respirar peor.

¿Hay demasiada inversión en el sector inmobiliario?

Ahora mismo no. El sector inmobiliario de España se ha ido colocando en grandes fondos internacionales. Hoy el riesgo inmobiliario no está en los niveles de 2007, ni mucho menos, pero sí existe el peligro de que vuelva a ser así. Me ha inquietado mucho ver que la familia española ha aumentado deuda en el último trimestre después de varios años reduciéndola. Eso es malo, indica que no estamos saneándonos, sino volviendo a las andadas.

¿Puede haber una nueva burbuja, asociada al alquiler y a la expectativa de rentabilidad de las viviendas vacacionales?

Me refería un poco a eso cuando decía que se empiezan a ver algunas señales preocupantes. Lo he visto en la zona mediterránea, donde hay familias y ahorradores que han vuelto al juego de comprar cinco viviendas en Altea para alquilar. Ahí los números no se están haciendo bien. Al inversor español le fascina el inmobiliario, le genera una atracción fatal. Es una buena inversión, y es bueno que el inversor tenga una parte en el sector inmobilario. Pero el español suele pensar que el inmobilario nunca baja -ya sabemos que es mentira-, que da mayor rentabilidad de la que realmente da y que vale cualquier cosa. Es necesario estudiar y analizar. El inversor español, como tiene esa especie de love story con el inmobiliario, tiende a sobreconfiar de manera un poco ciega en el sector.

¿Es mayor esa tentación en regiones como Canarias?

Lo estoy viendo más en el arco mediterráneo y en Baleares. El inversor canario siempre me sorprende en positivo. Aquí hay un criterio de inversión francamente muy bueno. Hay clientes que están muy en vanguardia de la inversión. El cliente más local compra inmuebles, pero con un criterio de prudencia, quizás porque Canarias no solo pasó la crisis de 2008, sino también otra mucho peor en los 90 que dejó huella en muchas familias. El inversor canario aprendió que no todo el monte es orégano, que lo que parece que siempre va a acabar se termina.

¿Tiene España muchas reformas pendientes?

Más que muchas, muy importantes. Toda la reforma del sector público que anunció el gobierno Rajoy en la primera legislatura y que luego olvidó es muy importante. España tiene el déficit público más alto de toda la zona euro. Cuando después de crecer cinco años al 3% tienes el mayor déficit público de Europa y estás sometido a protocolos de déficit excesivo, tienes que pensar que algo funciona muy mal en el gasto público, y debes reformralo. Hoy nadie habla de eso, ni va a hacerlo. No está el horno político para estas cosas. La reforma de las pensiones sigue siendo ineludible. Hay que abordar la reforma de la financiación de la sanidad. También la educativa, para preparar el sistema educativo español para la sociedad digital. Es necesario ir más allá en la reforma laboral para esa economía digital.

¿En qué sentido habría que profundizar en la reforma laboral?

Va muy unido al tema educativo. Todo el trabajo con las universidades tiene un corsé muy limitativo. Alguien ha terminado la carrera, se va a EEUU a hacer un curso y, como ha pasado más de un año, ya no puede hacer prácticas. Deberíamos ir a un modelo en el que la propia empresa asuma parte de la formación, como en Alemania o EEUU.

Hemos salido de la crisis con más desigualdad y precariedad. ¿Qué costes económicos, además de sociales, tiene esa situación?

Enormes. El mundo está creciendo y creando una riqueza espectacular, pero hay una amplísima capa de la población, tanto en economías maduras como emergentes, que no participa en esa creación de riqueza. Eso indica que algo está funcionando mal. El gran reto es cómo distribuir mejor esa riqueza para que sea sostenible. No hablamos de filantropía, sino de economía.

Canarias ha crecido por encima de la media nacional, pero tiene una tasa de pobreza del 30% y un paro que baja, pero lo hace muy lentamente. ¿Cómo se explica eso?

Sería largo de explicar. Hay algo que funciona mal en el modelo de distribución y de tecnología social y en el propio mercado financiero. Unos muy loables jóvenes que han creado algo en Silicon Valley perciben miles de millones de dólares, mientras que el trabajador de Montana no llega a fin de mes. Hay que buscar soluciones basadas en la pedagogía y la transparencia. Algo se ha hecho; ya no hay tanta diferencia entre un primer ejecutivo de un banco y un trabajador. Voy mucho al modelo de Henry Ford: si quiero que la gente compre coches, mis trabajadores tienen que cobrar para poder comprarlos, y así creo un mercado.

¿Hay ahí un problema de falta de voluntad del empresario?

Del colectivo empresarial, seguro que no; de algún empresario en particular, puede ser. Pero hoy la comunidad empresarial seria está preocupada por esto.