A Dani -nombre ficticio- le queda poco para terminar de cumplir su "pena" y, también, la mayoría de edad. Tuvo problemas en casa, hizo cosas que no debía y ha acabado viviendo en un piso para menores con medidas judiciales, pero él no lo ve como un castigo, sino como "una segunda oportunidad" que "hay que saber aprovechar". "Miro hacia atrás y no me reconozco". Muchos de los chicos que acaban en el sistema judicial han tenido una vida repleta de obstáculos. Esta semana, él y sus compañeros hicieron otra "yincana", pero más sencilla: pasaron una mañana en el Forestal Park, el parque de aventuras que está en Las Lagunetas. Ninguno tuvo miedo: hace tiempo que se acostumbraron al vértigo.

En Canarias hay más de mil menores que cumplen medidas judiciales -principalmente por hurto, pero también por violencia filioparental-, aunque la mayoría no están internos. "El 95% de los chicos que terminan en internamiento son de régimen semiabierto; solo el 5% está en régimen cerrado. Eso quiere decir que salen a recursos formativos y socioeducativos, pero duermen en centros", explica la coordinadora de Justicia Juvenil de la Fundación Canaria de Juventud Ideo, Iraya Santana Domínguez. La mayoría de los chicos que están en pisos "son jóvenes cuyo factor de riesgo es una disfunción familiar", es decir, "han vivido situaciones de violencia filioparental y terminan viviendo en uno de estos hogares" después de que un juez dictamine "su pena", que muchas veces pasa por "sacarlos" de su entorno.

La Fundación Ideo es una organización sin ánimo de lucro creada por el Gobierno canario en 2001 que empezó con programas para la juventud en general y acabó especializándose en la atención integral a menores que cumplen alguna medida judicial.

Además de gestionar los dos centros de internamiento -Tabares (Tenerife) y La Montañeta (Gran Canaria), donde hay 150 menores-, cuentan, desde hace un año, con dos pisos de emancipación juvenil donde trabajan la autonomía de estos chicos cuando ya han consolidado los objetivos de la medida judicial. "Cuando cumplen la mayoría de edad y no tienen ningún tipo de arraigo familiar, les damos la oportunidad de dar continuidad a los objetivos que ya hemos ido trabajando".

Ideo, que promueve la reinserción de los jóvenes, es consciente del carácter penitenciario de los centros de internamiento -"vienen de otra época", en la que el sistema era más punitivo- y aspiran a cambiarlos poco a poco.

Iraya advierte de que hay una relación clara entre los menores tutelados por la Administración -declarados en desamparo- y los que acaban delinquiendo. Cuando las dificultades vienen desde la cuna es más fácil errar en la adolescencia. En más de una ocasión han pasado por el sistema distintos hermanos de la misma familia. Pero no son los únicos que se van por el camino equivocado. También hay familias a priori "normalizadas" donde los menores acaban pegando a sus padres o robando. El origen social influye, pero no lo es todo. "Hay que ver qué entendemos por normalizadas; cuando empiezas a escarbar siempre encuentras alguna situación desencandenante".

La Fundación tiene servicios en todas las islas, aunque en las no capitalinas solo cuenta con programas "de medio abierto", que no son para cumplir medidas privativas de libertad, sino que sirven para abordar la libertad vigilada -el cumplimiento de tareas socioeducativas o prestaciones en beneficio de la comunidad- y dar cobertura ambulatoria a los chicos que necesitan una intervención terapéutica - ya sea psicológica o por consumo de drogas-.

En los últimos años se ha detectado un "boom" de casos de violencia filioparental, pero Iraya no cree que haya aumentado, sino que más familias hoy están más dispuestas a denunciar. También se ha constatado un repunte de la violencia de género. No es casualidad. "Un factor de riesgo inherente en un gran volumen de casos de violencia intrafamiliar es la violencia de género".

El sistema de justicia juvenil es la última oportunidad que tienen los menores de volver a empezar antes de cumplir los 18, pero antes han tenido otras opciones. Quizás no sean suficientes. No hay recetas milagrosas. La prevención -poner en marcha más programas socioeducativos en los municipios, por ejemplo- es la forma de ir reduciendo la cifra de menores que acaban en el sistema judicial, aunque es inevitable que algunos sigan abocados a poner a prueba su capacidad de volver al camino correcto. "Lo que más he aprendido es autocontrol. Por fortuna, tuve una segunda oportunidad, y no pienso desaprovecharla", dice Dani.