Quince minutos caóticos en una plácida mañana más de otoño que de verano, gris y fresquita. Ni antes ni después hubo sensación de movimiento. Pero entre las 8:32 y las nueve, el tiempo que se mantuvo en la esquina el servicio de la pareja de agentes de la Policía Local de Santa Cruz, todo el que pasó por la zona de la calle Cervantes y la plaza Poeta Luis Feria pudo comprobar que el curso escolar en el colegio La Salle San Ildefonso comenzaba ayer.

En un caótico cuarto de hora retornaron los coches sobre las aceras, se juntaron los aparcados por los vecinos con los furgones de los proveedores y los vehículos que con apuros dejaban a chiquillos con las mochilas cargadas a las puertas, previo beso volado de adiós, del centro educativo.

Allí ya esperaban los padres previsores -más que los habituales abuelos porque aún está por regular la consabida conciliación de la vida laboral y familiar- a que a las menos cuarto se abriera esa entrada. Física, al recinto, y figurada, al nuevo curso.

Los bancos de la plaza hasta los topes, el bullicio de la chiquillería y luego, como antes, el silencio de lo que suele ser un auténtico remanso de paz.

"¿Que tal las vacaciones? Te veo morenito", preguntaba una madre. "Bien, pero duró poco" respondía un padre mientras los niños, aún somnolientos, intentaban asimilar el paso del asueto de casi tres meses a este retorno al cole.

Algo más de 25.000 vehículos entran cada mañana de media a la capital tinerfeña entre mediados de septiembre y mayo. Coincide con el calendario escolar y no es casualidad, porque buena parte de ellos son de quienes llevan a los niños a clase. Ayer quedó inaugurada la nueva temporada 2018-2019 sin que cambiara la tónica habitual. Lo comprobó al ubicarse desde bien temprano en la esquina de la avenida La Salle.

Jornada de retorno a la rutina con muchas risas, algún llanto y nerviosismo entre los pequeños, la mayoría de riguroso estreno.

César, del cercano "Mucho gusto", anuncia más movimiento con el paso de los días mientras llega la normalidad absoluta y se incorporan todos los alumnos.

A las menos diez se cierran las puertas del colegio, los niños ya en clase, la plaza vuelve a estar solitaria y el bar de enfrente, lleno. Retorno a la normalidad. Hasta el otro cuarto de hora caótico de la salida. Y hasta mañana.

"En algún lado tenemos que poner los coches"

No fue solo en La Salle. En el resto de los colegios de Santa Cruz, públicos o privados, ocurrió algo parecido. La imagen es de la calle Calderón de la Barca, en el exterior del colegio Tomé Cano con los vehículos ocupando el carril. La frase es de un padre que acudía a recoger a sus hijos y resume la situación. Un deja vu.