Cuando suena el teléfono en la Unidad de Trasplante Hepático del Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria, todas las alarmas se encienden. La que suele contestar la llamada suele ser Purificación Cerro, enfermera coordinadora de trasplantes en el centro. Pueden ser las dos de la tarde o las dos de la mañana, pero desde que informan de que hay un nuevo hígado donado, el tiempo empieza a correr.

Cerro, que lleva el día a día de las listas de espera de la Unidad, conoce perfectamente los pasos que debe seguir a partir de ese momento. En los próximos minutos se dedicará a realizar llamadas sin ton ni son. A los telefonistas, empleados de la seguridad, cocineros, celadores, personal de admisión, hospitalización, auxiliares de enfermería, enfermeros, digestólogos, anestesistas y cirujanos, médicos y personal técnico de anatomía patológica, bacteriología, hematología, radiología, laboratorio y medicina intensiva se les pone en aviso: "ya tenemos un hígado".

Los siguientes a los que hay que avisar son los pacientes receptores. Normalmente el primero de la lista -y, por tanto, el más grave- que tenga un grupo sanguíneo compatible y cuyas características anatómicas concuerden con las del donante. "Están prevenidos de que les puedes llamar en cualquier momento, y cuando les llamamos, les avisamos de que no pueden comer ni beber nada antes del trasplante", explica Sergio Rodríguez, médico de la Unidad de Cuidados Intensivos y coordinador de trasplantes. Si están en otra isla, gracias a los acuerdos con Binter Canarias y el 112, los pacientes tendrán prioridad para llegar a La Candelaria y obtener un nuevo órgano. El hígado donado debe mantenerse en frío, en isquemia como se denomina técnicamente. El órgano, que puede venir de fuera, va de aquí a allá en una nevera con hielo que intentará mantenerlo en el mejor estado posible. Sin embargo, hay que tener en cuenta que "cuanto más tiempo esté en isquemia, es peor", como relata Rodríguez, que insiste en que "un hígado que está entre 10 y 12 horas en frío funciona peor que cuando lo está 4 o 5 horas".

El tiempo, de nuevo, es un tesoro y los profesionales lo saben. "Sabemos lo que significa media hora de un órgano en una nevera, así que siempre trabajamos super-rápido", afirma Purificación Cerro. Una vez el hígado del donante "pone el pie" en el quirófano, llega el momento de ver si es apto para el trasplante.

"Al donante se le realizan analíticas, una ecografía para ver órganos abdominales, se revisan los antecedentes personales y se ve si tiene tatuajes recientes, todo ello para intentar evitar la transmisión de cualquier enfermedad de donante a receptor", insiste Rodríguez, que, sin embargo, avisa de que "el riesgo 0 no existe".

Una vez valorado, el hígado es extraído -si es de La Candelaria- o les llega en isquemia a los cirujanos. Pablo Sanz, cirujano de la Unidad de Trasplantes, es uno de los ocho del equipo y explica que el siguiente paso es valorar si el hígado es válido. Lo hacen por una serie de características como "la consistencia, el color, pero, sobre todo, que las arterias estén en condiciones", como explica Sanz. Esto les puede llevar entre 45 minutos y una hora, e inmediatamente después se pasa al quirófano para empezar a operar al receptor. Los próximos pasos son cuestión de horas, pero lo importante es que se ha cumplido con el objetivo del tiempo.

Aunque en Canarias se tiene la creencia de que hay muchos donantes de órganos, la tendencia está empezando a cambiar. "Cada vez tenemos más negativas familiares", lamenta Rodríguez. "La gente debe hablarlo y manifestar en vida lo que quiere hacer", concluyó el facultativo.