Nació un 4 de julio (Día de la Independencia de EEUU) de 1944, casi un mes después del Día D de la II Guerra Mundial, pero tiene poco que ver con esencias yanquis. Al contrario, a este barcelonés le puede, más bien le apasiona mucho su país y, sobre todo, sus Canarias, Tenerife y La Laguna. Por supuesto, con una visión cosmopolita que, desde hace dos años, en los que ha disfrutado de tiempo para escribir, le ha llevado a analizar, por ejemplo, el cambio climático, uno de los 8 libros que ha publicado en ese periodo tan corto. Pero José Segura, "Pepe" para los que han tenido un contacto suficiente con él, es mucho más: un referente del socialismo democrático de las Islas y del país (le duele la insustancia y superficialidad gaseosa que notó desde 2008), un profesor de Física Aplicada de la ULL de prestigio pero, especialmente, un político muy respetuoso con sus rivales, incansable, persistente hasta la extenuación y de los pocos que, más allá de las discrepancias, a veces profundas y marcadoras, despiertan de forma casi instantánea una sincera admiración a izquierda y derecha.

Su capacidad de trabajo alimentó en los años 80 un pseudomito sobre cierta lucecita encendida en el Cabildo de Tenerife, cuando lo presidió del 83 al 87, a modo de aquella luz, oscura y repugnante, del Pardo y del dictador que velaba por los españolitos. Segura no, Segura se había ganado aquella presidencia en las urnas con un PSOE entonces arrollador y no solo impulsó un plan de balsas que sigue siendo una de las obras más elogiadas de la institución, sino los polígonos industriales y el PIRS, aparte de ser el padre del nuevo Heliodoro Rodríguez López con una maqueta presentada poco antes de las elecciones de 1987 y que, sin embargo, no impidió que pasara a la oposición ante el insularismo entonces triunfante de ATI, con Adán Martín de cartel y Hermoso de jefe.

Aquella derrota le dolió profundamente y algunos piensan que nunca se recuperó del todo. Pero seguiría obteniendo éxitos y, con perspectiva, dejando una huella innegable y para bien por la mayoría de sitios por los que pasó. Vale que, desde la sinceridad, siempre se ha escuchado que habla sin parar y que muchas veces aburre a su sombra, pero nadie le niega su preparación, logros y que se desvive por lo que cree y por lo que se compromete.

En 1989, se convierte en senador tras el tercer triunfo de Felipe y, en 1991, en alcalde lagunero hasta una censura (1993) que tampoco olvidó ni perdonó nunca. En el Senado permanece hasta 1996 y ejerce de diputado nacional hasta 2004, viviendo el declive del felipismo y la victoria de Zapatero. Es entonces cuando acepta ser delegado del Gobierno en las Islas y cuando, pese a implacables críticas, da una lección con la crisis de los cayucos de 2006, cuya gestión sirve de referente en una UE desmemoriada y con xenofobia bochornosa. En 2011, y cuando el PSOE temía tener solo 1 diputado por Santa Cruz de Tenerife, acepta repetir y salva los muebles (2 actas). Ahora, por su amistad con Borrell y por poco tiempo que esté, seguro que agranda su huella en Casa África.