La red sobre varamientos de cetáceos -base de datos creada en 1997- ha registrado 939 incidencias en las costas del Archipiélago entre los años 2000 y 2018, lo que significa una media de 40,37 eventos anuales. Los cabildos son los encargados de gestionar unas alertas que habitualmente se canalizan a través del teléfono de emergencias 112. A partir de esos avisos se activan los recursos de las instituciones insulares, efectivos de la Guardia Civil -sección del mar y el Seprona- y los recursos de Salvamento Marítimo.

Con el arrastre o levantamiento del cadáver se abre un proceso científico que está dirigido a la recogida de información -estudio de parámetros biológicos- que es útil para determinar las causas de la muerte. En la red sobre varamientos de cetáceos se incluyen las especies marinas que han aparecido fallecidas en las costas, flotando y posteriormente remolcadas o no y las que fueron halladas vivas que en un momento dado fueron liberadas o reintroducidas en el mar, o posteriormente muertas durante esas maniobras. El año pasado, por ejemplo, se contabilizaron hasta 68 varamientos en las orillas del Archipiélago, el segundo peor dato acumulado en los últimos 19 años -solo en 2008, con 73 varamientos, se superó la suma del año pasado: las 27 incidencias que se computaron en 2000, no obstante, continúan siendo el mejor balance-.

Antes de seguir adelante cabe señalar que los animales que pudieron ser sometidos a un estudio fueron 840, ya que 40 consiguieron sobrevivir y 58 fallecieron sin poder ser recuperados (quedaron a la deriva y no se pudo organizar un operativo para tratar de remolcarlos a tierra) por parte de los operarios de los cabildos y los efectivos de los dispositivos de emergencias que suelen ser activados en este tipo de situaciones.

A pesar de que las islas orientales son más propicias para que se produzcan los varamientos, el litoral tinerfeño es el que mayores incidencias con cetáceos acumula en estos 19 años, concretamente, acapara el 32,16% de las alertas y una media anual de 15 ejemplares. Los 17 casos que se dieron en 2018 -una cifra que se repitió en 2001, 2003 y 2017- se convirtió en la sexta marca más alta por detrás de los acumulados en 2008 (24 casos), 2004 (22), 2016 (21), 2015 (19) y 2010 (18 casos). A una distancia bastante considerable de Tenerife se ubicó Gran Canaria, con 219 varamientos, aunque con una ligera ventaja sobre Fuerteventura (202) y algo más holgada con respecto a Lanzarote. Los 561 casos que se concretaron en esas tres islas propiciaron un generoso margen con respecto a los 378 avisos gestionados de 2000 a 2018 en la provincia oriental. Y es que salvo el caso de Tenerife (302), los datos de La Gomera (34), La Palma (24) y El Hierro (18), por fortuna, no fueron excesivamente altos.

El Hierro, con diez ceros, La Palma (8) y La Gomera (1) fueron las únicas islas que consiguieron quedarse en blanco en alguno de los 19 informes desarrollados por la Red sobre varamientos de cetáceos en aguas canarias.

En el otro extremo, el que afecta a los enclaves con mayor número de emergencias, cabe decir que la cifra récord en este ciclo se anotó en 2008 (73 varamientos), gracias en gran media a los 28 casos que se computaron en Gran Canaria y los 24 de Tenerife. Además, tanto en Fuerteventura como en Lanzarote se dieron diez actuaciones por islas.

Diez años más tarde de aquel episodio, en 2018, se dio otro repunte que se vio favorecido por los varamientos que se computaron en Gran Canaria (21), Tenerife (17), Fuerteventura (15) y Lanzarote (8). La primera interpretación de ese dato está asociada al aumento en 11 varamientos con respecto al censo de 2017 y 18 con respecto a 2016, que fue un año que sirvió para frenar el alza de 2013 (57 varamientos), 2014 y 2015 (54). De los datos a los que ha tenido acceso este periódico se deduce que los 840 animales a los que se les pudo realizar la necropsia, en 459 casos se logró determinar la causa de la muerte -hay 11 pendientes de completar el estudio-, llegando en el 70% de los informes realizados a la conclusión de que el fallecimiento de esos animales tuvo unas causas naturales. No obstante, entre las apreciaciones que realiza la red sobre varamientos de cetáceos se remarca que las colisiones son el mayor problema que se presenta entre los casos de muerte relacionados con el ser humano. En ese sentido, dentro del bloque reservado a las causas de mortalidad antrópicas se hace referencia a la interacción con el tráfico marítimo en un 51,92%, de los cuales en el 18,59 % se puede asegurar que la colisión fue la causa de la muerte y un 33,33% la colisión se produjo efectivamente, pero no se pudo asegurar que hubiera sido la causa de la muerte, por lo que se catalogó en probable (cuando se considera que ha sido la causa, pero no se puede probar) o posible causa de muerte. En unos porcentajes menores también se hace constar los sucesos vinculados con actividades relacionadas con la pesca (30.13%), con la contaminación acústica (9,62%) y los relacionados con la incidencia de residuos o cuerpos extraños en el aparato digestivo (8,33%).

A juzgar por las informaciones obtenidas de los estudios de varamientos y causas de muerte, hay tres especies que son especialmente sensibles a factores antrópicos con más del 50% de las causas de muerte debida a los mismos: cachalote, zifio común y cachalote pigmeo. Concretamente, para el cachalote el porcentaje alcanza el 95,74% de los casos, en el zifio común el 71,79% y en el cachalote pigmeo en el 55,56% de los casos.

Analizando con más detalle el caso de las colisiones, entre 2000 y 2018 se tienen 81 registros relacionados con las mismas, en 29 casos la colisión fue la causa segura de la muerte (35,8%), seis la causa probable, 25 posible y 21 se han presentado indicios. Eso nos lleva a una media de 4,26 individuos al año varados relacionados con interacción con tráfico marítimo, de los cuales esta fue la causa de la muerte segura en 1,53 casos de media al año, y segura más o probable al menos en 1,84 casos de media.

De los 81 casos, cuarenta y cuatro fueron cachalotes, es decir, un 54.32%. Más del 93% de los casos fueron especies de hábitos de buceo profundo principalmente teutófagas (Physeter macrocephalus, Kogia breviceps, Globicephala macrorhynchus, Ziphius cavirostris, Kogia sima, Mesoplodon europeus y Mesoplodonbidens).

Los casos más llamativos son los del cachalote y el cachalote pigmeo, en ambos son las colisiones la causa antrópica que más les afecta con un 97,78% en el primer caso y un 66,67% en el segundo. En el caso del calderón tropical el 77,78% de los casos antrópicos son colisiones, pero el número de casos es menor (7 de 9). En el cachalote, con 81 registros de varamientos, de los cuales solo se pudieron determinar la causa de la muerte en 49, solo cuatro fueron por causas naturales, 45 estaban vinculadas a casos antrópicos siendo 44 relacionados con colisiones, 19 con causa de muerte segura, 2 probable, 15 posible y 8 indicios. Eso nos pone con una media de 2,32 individuos con interacción con colisiones al año que oscilaría desde un individuo de media en los que la causa de la muerte fueron la colisión de forma segura a esos 2,32 que pudiera haberlo sido.

Aproximadamente, en el 75% de los casos vinculados a colisiones, el animal fue encontrado varado directamente en la costa o muy cerca de ella y en el resto de los casos se trata de animales en alta mar que son remolcados a costa. Solo en uno de los casos, el animal apareció enganchado en la proa de la embarcación. Gracias a las técnicas de laboratorio desarrolladas por la ULPGC-IUSA se pudo establecer en gran parte de los casos si la colisión fue la causa de la muerte del animal, es decir, si la colisión se ha producido "ante mortem".