¿A qué retos se enfrentó cuando comenzó su andadura como embajador en España?

Quería crear un entramado, como el de un país, alrededor de la Embajada, para que todas las instituciones que se conectan con Italia entiendan que son parte de un sistema. También me planteé abrir la Embajada a la gente joven y a esas personas que piensan que es una institución cerrada y rígida, para transformarla en un punto de encuentro. Otro de mis objetivos era llevar la Embajada fuera de Madrid y Barcelona, porque el país es grande. Tenemos que destacar la diversidad de cada comunidad y atender a los italianos que viven en todas las regiones.

¿Qué le queda pendiente?

Todavía no he conseguido que los dos gobiernos hablen más. Seguiré trabajando en esta dirección porque creo que España e Italia comparten intereses y problemas, y tener un compañero ante las dificultades siempre es positivo.

La comunidad italiana es muy numerosa en Canarias desde hace unos años...

Es suficiente salir a la calle para comprender por qué. En Italia hay una atracción muy fuerte hacia España, especialmente por las zonas costeras. Los italianos se sienten muy cómodos aquí por la cercanía cultural y gastronómica. Canarias tiene un clima fantástico todo el año y se vive muy bien aquí. Los primeros que se instalaron a las Islas empezaron a decir allá que esto era un paraíso y hubo una temporada en la que en Italia solo se hablaba de Canarias, así que todo el mundo se animaba a venir. El boca a boca tuvo un éxito impresionante. Ahora aquí hay unos 40.000 italianos, aunque solo 25.000 están registrados.

¿A qué se debe la diáspora de sus compatriotas?

Se dice que Italia es un país de navegantes, comerciantes y santos. Por lo menos las dos primeras categorías representan bien el espíritu del país (risas). Pero no quiero banalizar el tema de la inmigración, es algo muy serio. Hay gente que abandona el país para buscar oportunidades de vida, pero creo que en los últimos años una parte importante de la emigración se debe al fomento de la movilidad intraeuropea. Muchos italianos consideran que Europa es un espacio único y que vivir en Italia es lo mismo que vivir en cualquier otro país.

La extrema derecha está extendiéndose por Europa e Italia es uno de los ejemplos. ¿Cómo explica este fenómeno?

El mundo político ya no es solo derecha o izquierda, ahora es todo mucho más liquido. Hay un malestar social y económico muy fuerte que se expresa votando a nuevos partidos, creando movimientos sociales y castigando a los partidos tradicionales. Todo esto es consecuencia de la crisis que hemos vivido. Es un cambio tectónico, la política ya no va a ser lo que era antes.

¿Cree que la gestión del brexit perjudica a la credibilidad del proyecto de la Unión Europea?

No. Pero es verdad que si un país quiere irse de la UE es un fracaso y todos pagaremos las consecuencias. No se tiene muy claro cómo se va a terminar, pero cuando se inicia un cambio que tiene un impacto transcendente debería saberse a dónde se quiere llegar. Tanto Reino Unido como la UE tienen la voluntad de hacer lo posible para que las relaciones sean muy buenas, porque seguirán siendo socios estratégicos.

¿Cómo le puede afectar el brexit a Italia?

Tenemos una relación muy fuerte con el Reino Unido desde el punto de vista financiero y económico. Además, hay una presencia importante de italianos allí, aunque en Italia hay menos británicos que en España. Esto afectará a nuestro país como a todos los países europeos. Hay que redefinir los lazos pero, entre tanto, hay que arreglar las cosas. Toda la legislación europea se cocina cada semana y esto genera muchos vínculos, que ahora hay que desconectar. El objetivo de la UE era precisamente este, crear vínculos para evitar nuevos conflictos en el continente.

Italia presentó en Europa unos presupuestos que incumplían con todos los parámetros de Bruselas y después hubo rumores de que el país podría vivir un crash económico como el de Grecia...

Como en todas las negociaciones siempre hay un elemento de dramatización. Especialmente cuando arranca, porque las posturas estás lejanas. El Gobierno quería tomar medidas para ayudar al crecimiento económico y había que negociarlo con la UE, que es la que tiene la responsabilidad de controlar que lo que estás haciendo a nivel nacional no impacte negativamente en la política económica europea. Al final, Italia y la UE llegaron a un acuerdo y no tengo ninguna sensación de que el país se esté hundiendo.

De cara a la próxima legislatura, ¿hacia dónde debe mirar la Unión Europea?

Las instituciones europeas tendrán que pensar cómo desarrollar políticas que ayuden al desarrollo económico de Europa. Hasta ahora se han centrado en la estabilidad monetaria, en la disciplina fiscal, en la supervisión de los bancos... Pero no han sido activas proponiendo políticas para fomentar el desarrollo económico. Creo que ahora tienen que prestar atención a los problemas de la economía real y a los problemas de los ciudadanos.

Una de las grandes preocupaciones de Europa es la gestión de la inmigración. ¿Qué solución ve para este problema?

Cuando explotó la crisis migratoria la Unión Europea se dio cuenta de que no era un fenómeno emergencial. Por eso, acordó medidas como ayudar a los países emisores y poner más atención en el continente africano. Pero un punto muy importante que queda pendiente es que la gestión de los flujos migratorios y el control de las fronteras hay que hacerlo entre todos. Es evidente que los países mediterráneos están más expuestos, pero hasta que no se acuerde una política migratoria compartida se crearán problemas, porque cada uno intentará defenderse como pueda. La presión migratoria sobre Europa será tremenda, porque no solo vienen los refugiados de las guerras, sino también quienes buscan unas condiciones de vida mejores. África es un continente grande, joven y potencialmente pobre y Europa es pequeña, pero rica. Hay que racionalizar la gestión de esos fenómenos, si no seguiremos haciendo políticas simplemente para defendernos.

¿Cómo se está viviendo en Italia la revolución femenina?

En Italia estamos más avanzados en cuanto a la legislación, allí el tema de la igualdad se ha impuesto por ley, mientras que en España se avanza progresivamente, pero no es obligatoria. Aquí hay más conciencia de los derechos individuales que en Italia. Quizás porque cuando la democracia llegó a España llegó fuerte y las personas se han reapropiado de sus derechos. En Italia somos normativamente más fuertes, pero desde el punto de vista de la lucha social no tanto. Allí se han organizado manifestaciones el 8 de marzo, pero no son tan multitudinarias como en España.