Los candidatos de todos los partidos repiten con insistencia que las próximas convocatorias electorales son “decisivas”. Es prácticamente en lo único que coinciden, sin que todos los ciudadanos acierten a entender por qué se califican de “históricas” tanto la convocatoria general de abril como las europeas y locales de mayo. La trascendencia de algunos asuntos, que en muchos casos ni siquiera están en los debates de campaña, explica en gran medida la importancia de las decisiones que tome el electorado el 28A y el 26M para cambiar el actual ciclo político. Pero, ¿qué decide que un acontecimiento sea histórico?

Desde luego hay hechos incontestables: por ejemplo votar una Constitución que deja atrás una dictadura y da paso a un sistema democrático. Pero estando ya en él, ¿cómo se mide la trascendencia de la evolución política de un país?; ¿habría que esperar a que sea el paso del tiempo, es decir la Historia, la que determine si unas elecciones fueron o no decisivas para la Unión Europea, España y Canarias? Sea como sea, a la envergadura de los retos a los que se enfrentan hoy la Europa comunitaria, el país y la región, se suman en estas elecciones otros factores que las hacen especialmente relevantes. En primer lugar, el clima generalizado de crisis institucional que se respira y encona cada debate, en el que prima siempre la ideología. Y en segundo lugar, algunas novedades significativas que diferencian esta convocatoria electoral de otras anteriores.

Entre ellas cabe destacar el hecho de que las elecciones generales y la mayoría de las autonómicas y locales coincidan (y por tanto se condicionen) en la mayor parte del territorio español. Además es la primera vez que todos los españoles (y no solo los catalanes y andaluces) están llamado a votar tras el desafío soberanista. Y también es la única vez que, desde la llegada de la democracia, el clásico cainismo de la izquierda ha encontrado acomodo en la derecha.

Aunque importa, sobre todo, que una parte de esa franja de conservadores haya abrazado postulados ultraderechistas, que ya han ganado un preocupante peso en otros países europeos (Hungría, Polonia, Francia e Italia, sobre todo) y que trae de cabeza a la propia UE. El populismo antieuropeísta, que en Reino Unido ha derivado en el brexit, amenazan de hecho la propia continuidad de la Unión Europea, al menos tal y como se ha construido hasta ahora.

Que en España sean tres, y no una, las formaciones que se disputan el espacio conservador, tendrá consecuencias que aún no terminan de despejar las encuestas: “O el voto de centroderecha se unifica o Sánchez ganará las elecciones”, se desgañita el ex líder de toda la derecha, José María Aznar, en cada acto de precampaña. Un mensaje en el que todo el PP insiste y dirige tanto al votante de Ciudadanos como a la derechita valiente de Vox.

Pero si las formaciones conservadoras tienen que combatir su división, la izquierda lidia en esta ocasión, más que con ella (que también), con el fantasma de la abstención. Estos días, Susana Díaz advertía a Pedro Sánchez que no se fiara de las encuestas, de cuyo optimismo fue ella misma víctima en el Gobierno andaluz: “Si no se llenan las urnas, habrá involución”, repiten los socialistas. Y les secundan desde Izquierda Unida y Podemos, que ha encontrado en “el caso PISA” y “las cloacas de Moncloa”, un argumento para tratar de activar a su electorado desmotivado.

Y mientras el PP mete miedo con el “anticonstitucionalismo de Sánchez”, su “secesionismo”y sus “decretos abertzales”, la izquierda hace lo propio mentando Andalucía y, sobre todo, “la foto de Colón”. Las grandes reformas y graves problemas que debe resolver la democracia actual, están quedando en el camino o supeditados al renacimiento de la confrontación entre los bloques de izquierda y derecha, tanto en Europea como en España. Y aunque en Canarias se ha colado el componente de confrontación con el Estado, la realidad es que los grandes debates que se producen en los tres ámbitos coinciden en gran medida y están muy vinculados entre sí: la cuestión territorial y el encaje de los distintos territorios que la integran; la financiación y la política fiscal; la política de inmigración y defensa; la lucha contra la desigualdad social; la transición energética y el nuevo modelo de movilidad, por citar solo los de mayor urgencia.

A la espera de que el CIS ofrezca estos días la foto de la tendencia de votos por provincias (la macroencuesta tiene que presentarse antes del viernes, fecha en la que se inicia la campaña), quedan por resolver varias incógnitas electorales. Sobre todo anticipar qué decidirán finalmente los indecisos (entre el 25 y 30% del electorado) y el voto rural (unos 100 escaños, provenientes de provincias de 5 o menos diputados, están en juego y pueden hacer caer la balanza hacia uno u otro lado.

Mareando la perdiz

Sea cual sea el resultado final, lo que ocurra en las elecciones generales tendrá sus efectos en las autonómicas y locales. Y éstas, a su vez, condicionarán los posibles pactos. Y el escenario, según la media de las encuestas a día de hoy, se dibuja bastante incierto: el bloque de izquierda se mueve entre los 155-160 escaños, es decir el 42% del electorado, aunque podría alcanzar el 52% si lograra el apoyo de los nacionalistas. La derecha, por su parte, está algo por encima de los 160 diputados, concentrando en torno al 46% de los votos.

Si ganara la derecha, no habría espacio para especulación alguna: “Si hay un escaño más para enviar a Sánchez a la oposición, lo haremos. Es una necesidad nacional”, sostuvo estos días Albert Rivera en la cocina de Bertín Osborne, ante Casado y Abascal. Pero la realidad es que los dos bloques están prácticamente empatados. Y, ante ese empate, la primera lectura que cabría hacer la noche electoral es que la derecha, por su incapacidad de sumar más apoyos, quedaría en realidad derrotada. Y a expensas de la capacidad de Pedro Sánchez de sumar los mismos apoyos que ya alcanzó para presentar la moción de censura. De no ser así, los españoles estarían abocados a ir a unas nuevas elecciones.

También podría ocurrir que la fragilidad de una mayoría de gobierno por la izquierda con los nacionalistas, provoque el efecto de aumentar de forma considerable la presión, sobre todo de los agentes económicos, sobre Ciudadanos para que pacte con el PSOE. Y pese a los vetos insistentes de Rivera a Sánchez, socialistas y liberales recuperen sus 50 medidas y terminen gobernando con el apoyo de nacionalistas vascos y quizá la diputada nacionalista canaria.

Cualquiera de las dos posibilidades se pactarían, en cualquier caso, sotto voce hasta la convocatoria del 26 de mayo, para no perjudicar los resultados de las autonómicas y municipales. Estas previsiones, a día de hoy, dependerían de que no se produzcan sorpresas mayúsculas que no están cantando las encuestas: por ejemplo que VOX supere el 15% de los votos y alcance los 50-60 diputados. También depende de que los partidos no comentan errores de bulto en la campaña que haga caer el voto indeciso a un lado u otro de la balanza.

En cuestión de pactos a nivel europeo, Emmanuel Macron ya ha apuntado el camino, apostando por un entendimiento con los socialistas. Y es que entre los propios europeístas liberales se entiende mal, y en algunos casos escandaliza, la opción de C’s de pactar con la ultraderecha española que representa Vox. Y en Canarias, por su parte, las negociaciones podrían ser aún más complicadas si cabe. La esperanza de la izquierda es sumar para enviar a CC a la oposición. Pero a la vista de las encuestas, parece difícil que los números le vayan a dar esa oportunidad a NC, Podemos y PSOE (incluso sumando a los gomeros). Y si no hay mayoría por la izquierda, las alianzas tampoco serán fáciles por la derecha. Aunque cualquier posible pacto estará a expensas de lo que ocurra en Madrid.

Votos clave
“La izquierda nostálgica se ha esmerado en encontrar nuevos sujetos revolucionarios, en vista de que el proletariado ha preferido progresar en el capitalismo que aventurarse a otros modelos. Y los ha encontrado en los jóvenes y las mujeres”. De este modo reflexionaba estos días el ex jefe de Esperanza Aguirre, Regino García-Badell. Trataba, así de poner en evidencia, desde el punto de vista liberal, el papel que puede jugar estos colectivos en la pugna ideológica que está teniendo lugar en España de cara a las próximas convocatorias electorales.
Y, de acuerdo con sociólogos y politólogos, no se equivocaba en valorar la importancia estos dos colectivos tendrán, junto a los pensionistas, el 28A y el 26M.

Indecisas
En lo que respecta a las mujeres, su voto ha sido agitado por la actitud de la ultraderecha, empeñada en cuestionar la legislación vigente en materia de igualdad y negar, de hecho, las premisas sobre las que se asienta el movimiento feminista. Y representan hasta el 60% del electorado indeciso. Junto a este colectivo, los pensionistas serán claves en estas elecciones. También los jóvenes, a los que el propio Parlamento europeo ha hecho un llamamiento directo, para que tome conciencia que “hora su voto sí será esencial”.

Inmigración

La ultraderecha convierte al inmigrante en un “enemigo” a batir

La inmigración es uno de los grandes retos que tiene ante sí la Unión Europea, España y, por supuesto Canarias. Ya lo era antes de que la ultraderecha europea, y ahora también española, lo convirtiera en casus belli y se alimentará de este fenómeno para crecer electoralmente fomentando “el miedo al otro’. Ya está presente en la precampaña y lo estará aún más a lo largo de todo la campaña: “Nuestro enemigo es el islamismo’, llegó a decir ayer Santiago Abascal. Vox se ha sumado así a otros partidos que podrían alcanzar un tercio de la representación del próximo Parlamento europeo. Frenar esta ola anti-inmigratoria es el principal objetivo que se ha marcado la UE. La inmigración está relacionada con otras muchas cuestiones vitales para la Europa comunitaria y para las Islas, por su cercanía a África: política de defensa y lucha antiterrorista (las maniobras de la OTAN ha aumentado de manera significativa estos años en el Archipiélago); la internacionalización y la cooperación al desarrollo, así como soluciones al envejecimiento de la población.

Impuestos y gasto

¿Política fiscal para dinamizar la economía o redistribuir recursos?

La política fiscal y la financiación están ocupando no poco espacio en esta precampaña. De hecho, algunos de los más acalorados debates giran en torno a la bajada de impuestos (prometida por la derecha liberal y el incremento del gasto social (propuesta de la izquierda). Es una cuestión esencial para en un país que tiene un 107% de deuda y no encuentra punto de encuentros entre los partidos que abogan por una política fiscal como factor de dinamización de la economía y quienes anteponen su función como redistribuidor de la riqueza. En Canarias el debate tiene su trascendencia, tanto por los incumplimiento en relación a su nuevo Régimen Económico y Fiscal como por la postura de la derecha económica y política de bajar una presión fiscal que es de las más bajas de su entorno. Y la modificación del sistema de financiación autonómica sigue aún pendiente. Los retrasos de Europa en el proceso de digitalización es, por el contrario, uno de los retos que apenas encuentran cabida en los debates electorales que están teniendo lugar estas semanas.

Política social

Aborto, eutanasia, memoria histórica y otros caballos de batalla

El PSOE ha dado carga de profundidad a la cuestión social en España al calificar de “viernes sociales” las medidas que ha ido tomando desde que convocó las elecciones. Han tenido un marcado carácter electoral, pero han introducido en campaña asuntos desdibujado hasta ahora: para combatir “los viernes negros” del PP, ha dicho el candidato socialista Patxi López. Sánchez ha apuntado otras medidas como blindar las pensiones o llegar al 5% del PIB en Educación. Y Podemos engloba sus medidas en el concepto de “Justicia global”, en referencia sobre todo a reducir la desigualdad. Otros muchos temas sociales han entrado, con acierto o desacierto, en campaña: inesperado y con fuerza la eutanasia tras el caso de María José Carrasco. O el aborto, por la decisión de Casado de reabrir un debate que se daba por superado por una mayoría de la sociedad española (incluida una buena parte de votantes del PP) y sobre todo la metedura de pata del hijo de Adolfo Suárez. También la memoria histórica y la exhumación de Franco están en el punto de mira electoral.

Cambio climático

La transición energética y una nueva movilidad para el futuro

La Ley de Transición Energética y Cambio Climático quedó en el camino en esta legislatura, pero su contenido es esencial para afrontar los retos ambientales: la financiación que hay que destinar a la transición; la regulación de las eléctricas; impuestos al CO2 y otros especiales. Y, sobre todo, el problema de la movilidad y de los transportes, que es una de las grandes cuestiones a afrontar en los próximos años. En Canarias se ha puesto en evidencia la necesidad de cambiar su modelo de movilidad por el colapso de las autopistas. Estos retos deben afrontarse en un momento en que por primera vez en siete años la economía alemana, motor de Europa, se ha estancado entre otras cuestiones por la industria del automóvil. España es también el segundo país productor de coches y se verá afectada. Como el sector importador de automóviles de Canarias. Los desafíos medioambientales son especialmente delicados en las Islas por su falta de territorio y su potencial para impulsar una transición energética que apenas ha despuntado.